El matrimonio es un tema polémico. Muchos lo ven como una pérdida de libertad, otros como una promesa de amor eterno .
Piensa en una casa rentada. Si sabes que te mudarás pronto, ¿invertirías dinero y esfuerzo en remodelarla? Probablemente no. Lo mismo ocurre en las relaciones. Cuando creemos que son temporales, evitamos conversaciones difíciles y no hacemos esfuerzos reales para mejorar. En cambio, cuando asumimos que estaremos con alguien a largo plazo, invertimos en la relación, resolvemos conflictos y fortalecemos el vínculo.
Un estudio con estudiantes de fotografía demostró que quienes no podían cambiar su elección de imagen enmarcada estaban más felices con su decisión que aquellos que sí podían cambiarla. En el amor ocurre lo mismo. Si siempre dejas abierta la opción de cambiar de pareja, estarás evaluando constantemente si tomaste la decisión correcta, lo que genera insatisfacción. En cambio, comprometerte y cerrar la “puerta trasera” te hará más feliz con tu elección.
Casarse es comprometerse a quedarse a pesar de los defectos y los días difíciles. Es crear un refugio donde ambas personas pueden mostrarse tal como son, sin miedo a que el otro huya en cuanto surjan problemas. No se trata de idealizar a la pareja, sino de aceptarla con sus luces y sombras, y trabajar juntos en construir algo sólido.