El mundo digital nos ha traído incontables beneficios, pero también ha abierto una puerta oscura y peligrosa: la explotación de menores en redes sociales. Hoy hablaremos de un fenómeno que va más allá del entretenimiento: las madres influencers o "mommy bloggers" .
Desde el inicio de las plataformas digitales, muchas madres han convertido su maternidad en contenido. Mostrar su día a día, los momentos tiernos y los desafíos de la crianza puede parecer inofensivo, pero ¿qué ocurre cuando estos niños no tienen voz ni voto en la decisión de ser expuestos ante miles o millones de personas?
El problema no es solo la sobreexposición, sino el uso que se les da a estos niños como piezas centrales de un negocio rentable. Lo que empieza como un simple "diario familiar" se convierte en una estrategia de monetización, en la que los menores son explotados sin regulación.
Uno de los casos más impactantes es el de Marian, una joven que ganó fama documentando su embarazo y la crianza de su hija. Su contenido mostraba una vida idílica: una madre amorosa, un hogar estable y una relación de pareja que parecía perfecta. Sin embargo, la realidad detrás de la pantalla era otra.
Tras su separación con el padre de su hija, salió a la luz una historia aterradora: Marian atacó con un arma blanca a la nueva pareja de su exnovio, dejándola gravemente herida y en coma. Lo más impactante es cómo una influencer que promovía la imagen de la "madre ejemplar" terminó involucrada en un acto de violencia extrema.
Este caso nos obliga a reflexionar sobre el impacto de la sobreexposición en redes. ¿Cuánto hay de verdad en lo que nos muestran? ¿Hasta qué punto el vivir bajo la presión de una imagen perfecta puede empujar a alguien a cometer actos impensables?
No solo hablamos de casos de violencia, sino también de cómo muchos padres influencers convierten a sus hijos en herramientas de marketing. Un ejemplo claro es el del niño Mateo, famoso por su frase "No me importa, yo guapo". Lo que comenzó como un video tierno se transformó en una maquinaria de explotación infantil: canciones, presentaciones, entrevistas y una exposición constante a la opinión pública.
El problema con esto es que estos niños no pueden dar su consentimiento. No pueden decidir si quieren ser famosos o si prefieren una infancia tranquila y privada. Y lo más preocupante es que, en muchos casos, el bienestar emocional de los menores queda en segundo plano frente a las oportunidades de negocio que su imagen genera.
Casos como el de Marian, Mateo y otros nos dejan claro que se necesita una regulación urgente. No debería ser legal que los padres lucren con la imagen de sus hijos sin restricciones. Así como existe una edad mínima para trabajar, debería existir una normativa para proteger a los menores de la explotación digital.
Quizás en el futuro, las leyes cambien y se establezcan límites claros para evitar que los niños sean utilizados como mercancía en redes sociales. Pero hasta que eso ocurra, es nuestra responsabilidad como espectadores cuestionar lo que consumimos y exigir mayor protección para los más vulnerables.