Robin Williams logró sacar una carcajada a un gorila que llevaba medio año sumido en una tristeza profunda por la muerte de su compañero. Esta increíble anécdota comenzó cuando un equipo de etólogos estadounidenses enseñó a un gorila llamado Koko a dialogar con los humanos a través del lenguaje de señas .
Los científicos querían ayudar a Koko consiguiéndole un nuevo amigo y, al mismo tiempo, analizar su interacción con las personas. Como Koko había aprendido a comunicarse mediante señas y entendía conceptos abstractos, era el candidato ideal para evaluar si existían verdaderos límites intelectuales entre humanos y gorilas. Para contribuir con el estudio, contactaron a Robin Williams, el célebre comediante, y le propusieron pasar tiempo con Koko, estableciendo una conexión natural, como si estuviera con alguien que necesitara afecto.
Williams aceptó, aunque tenía sus dudas. No era un especialista en primates y temía no saber cómo comportarse con el gorila. Sin embargo, al conocer a Koko, vivió una experiencia reveladora. En lugar de forzar la interacción, dejó que el gorila se acercara a su propio ritmo, dándose cuenta de que tratar con él era similar a tratar con un niño lleno de curiosidad. Con el tiempo, Koko mostró interés en su visitante, especialmente por las gafas de Williams, a las que llamaba "ojos de cristal extraños".
Poco después, Koko comenzó a comunicarse con Williams a través de señas, proponiendo juegos y haciendo preguntas inesperadamente agudas que dejaron perplejo al actor. En pocos minutos, ambos estaban riendo, haciéndose cosquillas, divirtiéndose y compartiendo experiencias. Los investigadores quedaron impresionados y le pidieron a Koko que definiera a Williams en una sola palabra. El gorila escogió "amigo".
Williams quedó profundamente conmovido por el encuentro, especialmente al saber que había logrado devolver la alegría a un gorila que sufría una profunda melancolía. Inspirado por la experiencia, decidió visitar a Koko cada vez que pudiera e incluso grabó anuncios de concienciación con él, promoviendo la protección de la fauna y denunciando la experimentación con animales.
El lazo entre Koko y Williams fue tan fuerte que persistió incluso después del fallecimiento del actor en 2014. Cuando Koko recibió la noticia de su muerte, preguntó a sus cuidadores si podía llorar y pasó varios días en un estado de introspección, con los labios temblorosos por la tristeza. Su dolor reflejaba la certeza de que nunca volvería a ver a su querido amigo.
Koko falleció en 2018, a los 46 años. Hoy en día, es recordado como uno de los primates más importantes en la historia de la ciencia, un símbolo de las asombrosas relaciones que pueden florecer entre diferentes especies.