Desde hace siglos, la sociedad ha impuesto una jerarquía de valores en la que lo femenino se asocia con lo emocional, lo superficial y lo banal, mientras que lo masculino es visto como racional, fuerte y productivo. ¿El resultado? Una constante infantilización de los intereses tradicionalmente femeninos, desde el maquillaje hasta las boybands, mientras que los pasatiempos masculinos, como los deportes o los videojuegos, reciben validación y respeto.
Este fenómeno no solo afecta a las mujeres, sino también a los hombres cuyos gustos se salen de la norma .
El problema radica en que, al menospreciar lo femenino, se refuerzan los estereotipos que dictan qué es valioso y qué no. Así, mientras un coleccionista de figuras de acción es nostálgico, una fan de BTS es "una niña inmadura"; mientras un hombre apasionado por el fútbol es respetado, una mujer que llora por su artista favorito es ridiculizada. Este doble estándar no es casualidad: los espacios dominados por mujeres son vistos como una amenaza al status quo, y deslegitimarlos es una forma de restarles poder e influencia.
Pero, ¿qué podemos hacer para cambiar esto? La clave está en cuestionar nuestros propios prejuicios, en aprender a valorar los intereses sin importar su asociación con un género y en entender que cualquier pasatiempo requiere tiempo, dedicación y pasión. Si queremos una sociedad más justa y equitativa, debemos dejar de ver lo femenino como menor y empezar a reconocer su verdadero valor.