Friedrich Nietzsche, uno de los pensadores más influyentes y polémicos de la historia, pasó los últimos años de su vida sumido en la locura. Su declive mental sigue siendo un misterio que ha fascinado a médicos, historiadores y filósofos por más de un siglo .
Todo comenzó en 1889, en las calles de Turín. Nietzsche, al presenciar cómo un cochero golpeaba brutalmente a su caballo, corrió hacia el animal y lo abrazó entre lágrimas antes de colapsar. A partir de ese día, nunca volvió a ser el mismo. Su mente se sumió en un abismo del que jamás saldría.
Durante años, la explicación más aceptada fue que Nietzsche sufría de neurosífilis, una enfermedad que, sin tratamiento, podía causar demencia. Sin embargo, estudios más recientes han puesto en duda esta hipótesis. La enfermedad suele avanzar con rapidez, pero Nietzsche sobrevivió más de una década después de su colapso. Además, no existen pruebas concretas de que haya contraído la infección.
Otra posibilidad es aún más inquietante: un trastorno genético conocido como CADASIL. Esta rara enfermedad afecta los vasos sanguíneos del cerebro y puede provocar alucinaciones, cambios de personalidad y deterioro cognitivo. Su padre, Karl Ludwig Nietzsche, murió joven por un problema neurológico similar, lo que refuerza la teoría de que la locura del filósofo no fue causada por una enfermedad venérea, sino por su propia herencia biológica.
Pero hay un detalle aún más perturbador. Los síntomas del CADASIL pueden estar relacionados con una hiperactividad en las redes cerebrales responsables de la introspección y la creatividad. Esto significa que la misma condición que destruyó su mente podría haber sido la que impulsó su brillantez filosófica.
Los últimos años de Nietzsche fueron desgarradores. Se autoproclamó “El Anticristo” y “Dionisio”, perdió la capacidad de razonar y pasó días enteros cantando, gritando y bailando desnudo en un trance casi religioso. Cuando su madre lo visitó en el hospital, él solo pudo decirle: “Soy un idiota”. Esas fueron sus últimas palabras antes de sumirse en un mutismo total hasta su muerte en 1900.
La locura de Nietzsche sigue envuelta en sombras, pero algo es innegable: su mente, tan brillante como atormentada, cambió para siempre la forma en que vemos el mundo. Y quizás, como él mismo advirtió, cuando miramos al abismo, el abismo también nos mira de vuelta.