En el principio, cuando los dioses aún moldeaban el destino de los hombres, Zeus tramó una venganza que marcaría a la humanidad para siempre. Prometeo, el titán rebelde, había robado el fuego sagrado para entregarlo a los mortales .
Forjada en arcilla por Hefesto y dotada con belleza, sabiduría y música por los dioses, Pandora parecía un regalo celestial. Pero también llevaba consigo algo más: una insaciable curiosidad. Como obsequio de bodas, le entregaron una misteriosa tinaja con una advertencia clara: “Nunca la abras”.
Pero, ¿cómo resistirse a lo desconocido? La tentación fue más fuerte y, al levantar la tapa, liberó en el mundo todas las desgracias imaginables: la enfermedad, la locura, la vejez, la tristeza, el crimen… De repente, la humanidad se vio sumida en el caos. Desesperada, Pandora intentó cerrar la tinaja, pero ya era tarde. Solo una cosa quedó atrapada en el fondo: la esperanza.
Desde entonces, el mito de Pandora ha perdurado como símbolo de las consecuencias de la curiosidad y el destino inevitable. Se la ha comparado con Eva en la tradición cristiana, como la mujer que, al desobedecer, trajo desgracias al mundo. Sin embargo, también es la guardiana de la esperanza, el último refugio de la humanidad.