Las palabras pueden forjar imperios o hacerlos caer. En un momento de crisis, cuando su ejército, cansado y resentido, amenazaba con abandonarlo, Alejandro Magno se alzó y pronunció uno de los discursos más impactantes de la historia .

Desde la humildad de sus orígenes hasta la conquista de tierras jamás soñadas, Alejandro desglosó su legado. Recordó a sus soldados que, antes de su padre Filipo, eran apenas pastores sin rumbo. Que bajo su mando, se convirtieron en gobernantes de vastos territorios, en dueños de incalculables riquezas y en guerreros legendarios. Pero más allá de las conquistas, les mostró algo aún más poderoso: su propio sacrificio.

Cubierto de cicatrices, con un cuerpo que hablaba de cada batalla librada, Alejandro no pidió obediencia, sino que les lanzó un desafío: “¡Si tienen cicatrices, muéstrenmelas! ¡Yo les mostraré las mías!” No había rincón de su piel sin la marca de la guerra, sin el testimonio de que él jamás pidió a sus hombres lo que no estaba dispuesto a hacer primero.

Y luego, con una frialdad desgarradora, les dio la libertad de irse. No con rabia, sino con la seguridad de que, si lo hacían, la historia los recordaría no como héroes, sino como traidores al hombre que les había dado todo. “Díganles que su rey conquistó el mundo… y que ustedes lo abandonaron.”

Este discurso no solo sofocó el motín, sino que selló el respeto y la lealtad de su ejército. ¿Podría ser este el discurso más grande de la historia? Juzga por ti mismo. ?