¿Por qué el cuerpo humano tiene esa forma?
7 Feb, 2025
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Esa pregunta aparentemente sencilla guarda secretos fascinantes sobre nuestra evolución. Imagina por un momento que retrocedemos más de 500 millones de años, cuando la vida en la Tierra comenzaba a dar sus primeros pasos hacia la complejidad .

En aquel entonces, los seres vivos no se parecían en nada a nosotros. Había criaturas asimétricas o con simetría radial, como las esponjas marinas o los erizos de mar. Pero en un giro inesperado de la historia, algunos de estos seres comenzaron a alargarse, desarrollando lo que hoy conocemos como simetría bilateral, la misma que caracteriza a los humanos.

Esta simetría no es solo una cuestión de estética, tiene una función clave: optimizar el movimiento. Así, a medida que los animales empezaron a moverse de manera más activa, la necesidad de tener una "cabeza" y un "frente" para procesar la información de manera eficiente se hizo indispensable. Este proceso, denominado "cefalización", permitió que los ojos y las células nerviosas se agruparan, formando lo que conocemos como cerebro. ¿El resultado? Un cuerpo con una cabeza en el extremo, brazos, piernas y una estructura perfectamente equilibrada para moverse a través del mundo.

Pero, ¿cómo llegamos a ser como somos? Después de una serie de millones de años, la evolución nos llevó desde los simples gusanitos planiformes, que solo tenían un orificio para comer y excretar, hasta los complejos tetrápodos que, como los anfibios, comenzaban a moverse en tierra firme. De ahí, los mamíferos, nuestros antepasados, comenzaron a perfeccionar las estructuras que heredaron. Así, aunque no lo creas, la estructura de nuestras manos es la misma que la de un murciélago o un cachalote, solo que adaptada a funciones distintas.

Esta misma simetría bilateral que compartimos con tantas especies animales no es solo una casualidad, es el resultado de millones de años de adaptación a un medio ambiente cambiante, donde ciertas características fueron favorecidas y otras, descartadas. Pero lo más sorprendente de todo es que, aún hoy, este proceso sigue activo. Nos preguntamos, ¿cómo serán nuestros descendientes dentro de cien millones de años? Solo el tiempo lo dirá, pero una cosa es segura: nuestra forma no es el final de la evolución, sino solo una etapa en un proceso interminable de cambio.

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