Estamos frente a una nueva generación, la Generación Alpha, niños de 12 años o menos, que están naciendo y creciendo rodeados de pantallas. Pero, ¿realmente sabemos qué está pasando con ellos? ¿Están realmente preparados para el futuro que les espera?
Cuando éramos pequeños, jugábamos en la plaza, compartíamos con otros niños, usábamos nuestra creatividad y no dependíamos tanto de la tecnología .
Este fenómeno no es solo un cambio de hábitos. Está teniendo consecuencias profundas en su desarrollo cerebral, en su capacidad de concentración, y en su comportamiento. Cuando un niño está frente a una pantalla, su cerebro no está asimilando lo que ve de manera natural. Es más, las imágenes rápidas, los cortes cada segundo y los colores saturados de los videos que consumen los sumergen en una especie de trance. El resultado es una ansiedad constante, que se refleja en su comportamiento: irritabilidad, falta de atención y una gratificación inmediata que afecta su capacidad de esperar o trabajar por lo que quieren.
Pero eso no es todo. Los niños de hoy están perdiendo el interés en estudiar. Muchos niños ya no sueñan con ser médicos, maestros o científicos, sino con ser YouTubers, influencers o cantantes. Esta mentalidad pone en peligro el futuro de la sociedad, pues si no se preparan con la educación adecuada, ¿quién nos atenderá en el futuro? ¿Quién construirá las ciudades, innovará en la ciencia o nos curará las enfermedades?
¿Qué está pasando en sus hogares? Muchos padres, preocupados por tener un momento de paz, permiten que sus hijos estén horas frente a las pantallas, sin supervisión. Y lo peor, es que los niños pequeños, a veces incluso bebés de menos de un año, están recibiendo dispositivos como si fueran juguetes, sin tener la menor idea de los riesgos que eso implica. Las redes sociales y las plataformas digitales también están llenas de contenidos no apropiados para niños, desde videos perturbadores hasta la exposición a "groomers", personas que se aprovechan de su inocencia para manipularlos.
Pero aún hay tiempo para cambiar. Como padres, educadores y sociedad, debemos tomar medidas. No podemos permitir que esta generación siga en este camino sin límites. Limitar el tiempo frente a las pantallas, fomentar actividades fuera de línea y enseñarles los peligros de la tecnología son pasos clave. Además, es esencial que los niños sean supervisados adecuadamente para que no caigan en contenidos dañinos.