Esta práctica, aunque a primera vista inofensiva, puede convertirse en un hábito problemático. La ensoñación excesiva, o maladaptive daydreaming, es un fenómeno que, aunque es una capacidad humana única, cuando se lleva al extremo, puede arruinar aspectos clave de nuestra vida cotidiana.
Imagina que tu mente, en lugar de estar concentrada en el momento presente, se encuentra constantemente viajando a mundos imaginarios .
Este tipo de escapismo puede ser divertido y estimulante, pero cuando te quita el enfoque de tus proyectos, estudios, o incluso tus relaciones personales, empieza a ser un obstáculo. A menudo, esto se vuelve aún más peligroso cuando la mente se obsesiona con escenarios idealizados, creando una falsa sensación de productividad. Es fácil sentir que estás logrando algo cuando en realidad solo estás postergando lo que realmente importa: vivir el presente y tomar acción.
Lo peor de todo es que cuando te sumerges demasiado en estas ensoñaciones, puedes perder el contacto con tus verdaderos deseos y metas. La mente te puede engañar, dándote la sensación de haber alcanzado tus sueños, pero sin ningún esfuerzo real. Al final, el tiempo se va, las oportunidades se desvanecen, y lo único que queda es una sensación de frustración al darte cuenta de que no avanzaste ni un paso en la vida real.
Sin embargo, no todo está perdido. La ensoñación, si se maneja adecuadamente, puede ser una herramienta poderosa para la creatividad y la manifestación de sueños. Lo importante es no permitir que te convierta en un obstáculo. Al integrar hábitos que te conecten con la realidad, puedes aprovechar los beneficios de la imaginación sin perderte en ella. Practicar la atención plena, estructurar tu día y conectar con actividades que te permitan estar en el presente, puede ser la clave para no caer en el exceso de fantasía.