La historia de la lobotomia
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La historia de la lobotomía es un relato oscuro y perturbador de la medicina que refleja lo más aterrador de la ignorancia humana en cuanto a la salud mental. Durante siglos, las personas con trastornos mentales fueron consideradas poseídas o castigadas por fuerzas divinas, y esto justificó algunos de los procedimientos más brutales que se han documentado, como la trepanación, en la que se perforaba el cráneo para liberar los "espíritus malignos" .

Aunque estas prácticas eran primitivas, eran solo el inicio de lo que vendría.

A lo largo de los siglos, el tratamiento de enfermedades mentales pasó de la superstición a la ciencia, pero el resultado no mejoró tanto como esperábamos. En la Edad Media, las sangrías y purgas eran consideradas soluciones a los desequilibrios en los "cuatro humores" del cuerpo, una teoría que hoy nos parece absurda, pero que generó gran sufrimiento a quienes pasaban por estas prácticas invasivas y sin evidencia científica. Con la llegada de los primeros asilos psiquiátricos en los siglos XVI y XVII, las personas con trastornos mentales eran confinadas y sometidas a castigos brutales, como los "baños sorpresa" de agua fría, todo para mantenerlas apartadas de la sociedad.

La lobotomía, a principios del siglo XX, se presentó como una "solución" ante siglos de abusos. Desarrollada por el médico portugués António Egas Moniz, la técnica consistía en cortar las fibras nerviosas del lóbulo frontal, creyendo que esto aliviaría los síntomas de los trastornos mentales al desconectar las emociones del resto del cerebro. Aunque algunos resultados iniciales parecían prometedores, la cruda realidad era que los pacientes quedaban emocionalmente vacíos, incapaces de vivir una vida plena.

El psiquiatra estadounidense Walter Freeman popularizó la lobotomía, llevándola a un nivel aún más espantoso. Sin la formación quirúrgica adecuada, realizó miles de lobotomías, incluso en pacientes sin consentimiento informado, a menudo con resultados devastadores. Freeman hizo del procedimiento un espectáculo, viajando por Estados Unidos y ofreciendo lobotomías rápidas con su método transorbital, que usaba un picahielos para acceder al cerebro a través de los ojos, todo sin anestesia general. El impacto físico y psicológico para los pacientes fue aterrador.

Pero, como suele ocurrir con las atrocidades humanas, la verdad tarde o temprano sale a la luz. Aunque algunos informes iniciales sugerían mejoras en los pacientes, la lobotomía no solo era ineficaz, sino también brutal y cruel. Aquellos sometidos a este procedimiento no solo perdían sus síntomas, sino que también perdían su esencia como personas. En muchos casos, se les describió como "zombis", cuerpos vacíos de emoción y personalidad.

A medida que avanzaba la década de 1950, la lobotomía fue cada vez más rechazada. El advenimiento de la psicofarmacología ofreció tratamientos más efectivos y menos invasivos para los trastornos mentales. Sin embargo, a pesar de su creciente obsolescencia, la lobotomía no desapareció rápidamente, dejando tras de sí un rastro de víctimas y una reflexión profunda sobre hasta dónde se puede llegar cuando la ciencia y la ética se sacrifican en nombre de la "cura".

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