La soledad y la amistad según Julio Cortázar: un dilema sin solución
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"Hay un momento en que Mr. Hyde me dice al oído: ‘¿Y por qué no estás escuchando un disco tranquilo en tu casa?’"

Así describe Julio Cortázar la batalla interna que libró toda su vida: el conflicto entre su tendencia natural a la soledad y su profundo deseo de compartir con los demás .

En su voz, la soledad no es solo un refugio, sino un desgarramiento, un juego de fuerzas opuestas donde el deseo de conexión choca con la necesidad de estar solo.

La paradoja del solitario que ama la amistad

Desde su juventud, Cortázar se reconoció como un solitario. Se sentía cómodo en su mundo interior, en el silencio, en la independencia de su propia compañía. Pero, con el tiempo, descubrió a su prójimo, y con ello, un sentimiento de culpa: ¿es justo replegarse en uno mismo cuando se puede dar algo a los demás?

La soledad, un derecho y una carga
Para él, la soledad comenzó como un orgullo, casi como un derecho. Sin embargo, a medida que crecía su conciencia social y su compromiso con el mundo, surgió la duda: ¿es un acto egoísta o una forma legítima de existir?

El peso de la autenticidad en la amistad
Cortázar nunca fue de los que coleccionaban "amigos". Desde la infancia hasta la adultez, sus amistades fueron pocas, pero profundas. “Desde niño preferí tener dos o tres compañeros con quienes me sentía en un nivel fraternal, con plena confianza para lo bueno y para lo malo.”
No creía en la amistad superficial ni en el uso ligero de la palabra "amigo".

El eterno enfrentamiento entre el que se entrega y el que se repliega
Se describe a sí mismo como un Dr. Jekyll y Mr. Hyde, donde una parte suya quiere compartir, ayudar y hacer cosas por los demás, mientras la otra le susurra que es momento de volver a su mundo, a sus libros, a su música, a su refugio interior.

¿Es posible encontrar un equilibrio?

Quizás no haya respuesta. Tal vez la vida sea ese constante tira y afloja entre la necesidad de estar con otros y el deseo de estar solo. Pero si algo nos deja Cortázar es la idea de que la amistad real no se mide en cantidad, sino en profundidad, y que la soledad, lejos de ser un problema, puede ser un espacio donde uno realmente se encuentra a sí mismo.

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