Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha buscado a Dios. Lo ha venerado, le ha temido, ha construido civilizaciones en su nombre y ha derramado sangre por sus ideales .
Krishnamurti nos enfrenta a una verdad incómoda: la creencia en Dios (o su rechazo absoluto) no ha puesto fin al sufrimiento humano. A lo largo de la historia, tanto creyentes como ateos han cometido atrocidades. El problema, dice él, no es la creencia en sí, sino la mente que se aferra a ella, que la usa como refugio, como dogma, como una prisión que impide la comprensión real de la existencia.
? ¿La fe nos hace mejores?La religión ha predicado la paz, pero también ha bendecido ejércitos y guerras. La incredulidad ha prometido liberación, pero no ha erradicado la violencia ni la codicia. Las creencias, sean religiosas o ideológicas, no han resuelto el caos humano.
? Buscamos respuestas en el exterior, pero el problema está dentro de nosotrosSi el mundo está lleno de sufrimiento, guerra y explotación, es porque los individuos que lo construyen son crueles, ignorantes, codiciosos. No es Dios ni su ausencia lo que define nuestra realidad, sino la forma en que vivimos, pensamos y sentimos.
? La mente anhelante es una mente prisioneraCreemos o no en Dios, seguimos atrapados en deseos, temores y recuerdos. Buscamos certezas porque tememos el vacío, nos aferramos a ideas para sentirnos seguros, pero esta dependencia nos vuelve incapaces de experimentar lo real.
? Entonces, ¿qué hacer?Para comprender la verdad—llámese Dios, la vida o la realidad—debemos liberarnos de la influencia del pasado, del miedo y de la dependencia de creencias ajenas. Solo en el silencio de la mente, libre de ataduras, puede surgir lo real.
? El amor es la única respuesta duraderaKrishnamurti concluye con una idea poderosa: sin amor, todas las virtudes se convierten en crueldad disfrazada. No importa qué creamos si en nuestro día a día no hay compasión, comprensión y bondad.