En 1974, Marina Abramović llevó a cabo una de las performances más impactantes de la historia del arte, un experimento en el que se sometió a un público sin restricciones, poniendo en juego la psicología humana de una manera nunca antes vista. Durante seis horas, permaneció inmóvil junto a una mesa llena de 72 objetos que podían ser utilizados de cualquier manera sobre su cuerpo .
¿Qué ocurrió? Al principio, la interacción fue inocente. Algunos asistentes le dieron flores, la besaron o simplemente la observaron con curiosidad. Pero conforme avanzaba la performance, algo oscuro comenzó a emerger. Los gestos de afecto se transformaron en agresiones físicas. Una de las personas cortó su piel, le bebió la sangre, otros la desnudaron y la humillaron de formas extremas. La atmósfera cambió rápidamente, y lo que parecía ser una simple muestra de libertad de acción se convirtió en una manifestación de los impulsos más primitivos y peligrosos de los participantes.
La intervención de una pistola en un momento crítico, apuntando directamente a su cabeza, desató el caos entre el público, revelando la tensión entre la empatía y la barbarie. Al final de la experiencia, cuando la artista rompió su rol de objeto pasivo, los presentes se dispersaron rápidamente, enfrentándose a la incómoda verdad de lo que habían sido capaces de hacer.
Este experimento, hoy considerado una lección profunda sobre la moralidad humana, desafía nuestra visión sobre la libertad, la responsabilidad y el respeto. Nos invita a reflexionar sobre qué haríamos si nos viéramos liberados de las normas sociales. ¿Seríamos capaces de respetar a los demás, o caeríamos en el abismo de la violencia y la crueldad sin consecuencias?
Marina Abramović, al igual que grandes pensadores como Zygmunt Bauman y Albert Einstein, demostró que la voluntad humana no es necesariamente libre de maldad. Este experimento nos obliga a confrontar una incómoda verdad: sin las estructuras que nos imponen las normas sociales, la naturaleza humana podría llevarnos por un camino mucho más oscuro del que queremos imaginar.