La carne ha sido parte de nuestra alimentación desde hace millones de años, pero hoy en día su consumo está bajo la lupa. Se le ha vinculado con riesgos como enfermedades cardíacas, algunos tipos de cáncer e incluso la muerte prematura .
Desde sus orígenes, nuestros ancestros empezaron a comer carne no por gusto, sino por necesidad. Ante la escasez de plantas debido a cambios climáticos, la carne se convirtió en una fuente vital de nutrientes. Y hoy, sigue siendo una rica fuente de proteínas esenciales, minerales como el hierro y zinc, y vitaminas como la B12, que no se encuentran fácilmente en las plantas.
Aunque la carne proporciona casi todo lo que nuestro cuerpo necesita para crecer y repararse, también tiene su lado oscuro. Por ejemplo, la carne roja ha sido relacionada con un mayor riesgo de enfermedades como diabetes, infartos y cáncer colorrectal, pero ¿es realmente culpa de la carne? Muchos estudios sobre estos riesgos se basan en casos en los que los hábitos de vida de las personas también juegan un papel fundamental, como una dieta poco equilibrada o el consumo de alcohol y tabaco.
Lo que es innegable es que la carne procesada, como el tocino, las salchichas y el salami, sí está vinculada con riesgos más graves. Estos alimentos contienen sustancias químicas como nitratos y nitritos, que pueden dañar nuestro ADN y aumentar el riesgo de cáncer. De hecho, la OMS ha colocado a la carne procesada en la misma categoría que el tabaco y el amianto en cuanto a su potencial cancerígeno. ?
Entonces, ¿deberíamos eliminar la carne de nuestra dieta? La respuesta no es tan simple. No toda carne es igual. El pescado, por ejemplo, tiene ácidos grasos omega 3 que son beneficiosos para la salud cardiovascular. El pollo también es considerado una opción más saludable, aunque su contenido en grasas saturadas aún genera debate entre los expertos.
La clave está en la moderación. El consumo de carne roja debe ser limitado, y los expertos sugieren no superar los 500 gramos a la semana. No es necesario convertirse en vegetariano de la noche a la mañana, pero sí es importante hacer ajustes en nuestra dieta y, sobre todo, reducir la carne procesada.
Además, no podemos olvidar el impacto ambiental de la industria cárnica, que es una de las mayores responsables del cambio climático. La producción masiva de carne contribuye a la deforestación y la contaminación, y a menudo se realiza en condiciones que no respetan el bienestar de los animales.