Las fotos son una representación visual de un momento, pero no siempre reflejan la verdad emocional que hay detrás. La tristeza, a diferencia de la felicidad, no siempre tiene una expresión clara y evidente .
En la fotografía, la emoción se transmite a través de los ojos, la tensión en los músculos, la postura del cuerpo y el ambiente. Sin embargo, la tristeza profunda, esa que se arraiga en el alma, no siempre se deja ver en un solo instante. Puede esconderse en la manera en que una persona desvía la mirada, en la rigidez de su mandíbula o en la sutil ausencia de brillo en sus ojos.
También está el hecho de que las fotos son seleccionadas. De un conjunto de imágenes, solemos elegir las que nos hacen ver mejor, las que transmiten la versión de nosotros que queremos mostrar al mundo. La tristeza, en cambio, no siempre es algo que queremos exponer, así que rara vez se elige una foto que revele fragilidad o dolor.
Las imágenes pueden mentir, pero el peso de la tristeza se percibe en la continuidad del tiempo, en los pequeños detalles que una sola foto no siempre alcanza a capturar. ¿Sientes que esto aplica a algo que has vivido?