La Última Despedida de la Reina Victoria
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En el invierno de 1901, la Reina Victoria, quien había gobernado el Reino Unido durante casi 64 años, se encontraba al borde del final de su reinado, no solo político, sino también físico. La salud de la monarca había sufrido un notable deterioro, y sus últimos días, marcados por el silencio y la reflexión, se convirtieron en una profunda señal de los cambios que atravesaban la realeza y la sociedad de la época.


Victoria, conocida por su fortaleza y su carácter indomable, ya no podía esconder los efectos de la vejez .

A pesar de sus problemas de movilidad, su visión deteriorada y las constantes quejas por dolores físicos, continuaba con sus obligaciones hasta donde su cuerpo lo permitía. A menudo, las personas más cercanas a ella, como sus hijas Beatriz y Elena, la asistían en su día a día. Sin embargo, en diciembre de 1900, el entorno de la reina ya reflejaba la tragedia inminente: una monarca que había visto partir a tantos seres queridos y que, ahora, parecía estar acompañada por la melancolía y la resignación.


En esos momentos, las páginas de su diario, que durante años habían sido testigos de su agitada vida, se volvieron más escasas, llenándose de reflexiones sombrías y preocupaciones sobre su propia muerte. “Lo peor para mí es que no me dicen nada. Nunca sé si me estoy muriendo”, escribió en uno de esos últimos registros. Pero su partida era inevitable, y el 22 de enero de 1901, a los 81 años, la reina Victoria exhaló su último suspiro.


La despedida de la soberana fue solemne y conmovedora, y su funeral no estuvo exento de un toque personal que sorprendió a muchos. Sus últimos deseos incluyeron detalles que hablan de su carácter y las emociones que aún la habitaban en sus últimos momentos. Entre sus peticiones más controvertidas estaba la inclusión de un anillo perteneciente a John Brown, su fiel sirviente, quien había sido más que un amigo para ella tras la muerte de su esposo, el príncipe Albert. Además, un mechón de cabello de Brown fue colocado en la mano de la reina, como un símbolo del amor inquebrantable que los unía.


La Reina Victoria, que con su reinado marcó una era en la historia de Gran Bretaña, dejó tras de sí no solo una profunda huella política, sino también un legado de personalidades y tradiciones que perduraron mucho después de su muerte. Su funeral fue la última muestra de respeto a una reina que había simbolizado todo un período de cambios y desafíos. La vida de Victoria, llena de intrincadas emociones y decisiones, nos invita a reflexionar sobre el final de las grandes figuras históricas y cómo, a pesar de su posición, siguen siendo humanas ante la inevitabilidad de la muerte.

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