"Querida, yo..."
Sofía estaba sentada en el sofá, con el teléfono en la mano. Sus dedos temblaban sobre el teclado mientras releía el mensaje que Luis le había enviado.
Eso era todo .
Su corazón latía rápido. Hacía semanas que las cosas estaban raras entre ellos. Luis llegaba tarde, distraído, con una mirada perdida que Sofía no reconocía. Ahora, este mensaje.
Decidió llamarlo. El tono sonó varias veces antes de que él contestara.
—Sofía… —su voz sonaba apagada.
—¿Qué pasa, Luis? Me mandaste un mensaje, pero no terminaste la frase.
Un silencio. Luego, una respiración profunda.
—Estoy afuera. ¿Puedes abrir?
Sofía se levantó de un salto y fue a la puerta. Al abrirla, lo encontró con los ojos rojos, una caja en las manos y un sobre arrugado.
—Lo siento… Yo no supe cómo decírtelo antes —dijo él, extendiéndole la caja.
Sofía la tomó con manos temblorosas. Al abrirla, encontró dentro…