Este es el dilema del Puer Aeternus, o "niño eterno", un concepto que el psicólogo Carl Jung explicó como el arquetipo de quienes, aunque adultos físicamente, siguen siendo emocionalmente inmaduros. Este niño adulto vive en una lucha constante entre el deseo de escapar de las responsabilidades y la necesidad de crecer y madurar.
El Puer Aeternus se enfrenta a la tentación de huir de la vida real, anhelando regresar a una infancia idealizada donde todo era más fácil, donde no existían los sacrificios .
La historia del cazador solitario, que siguiendo el canto de una mujer transformada en búho se pierde en el bosque, es una metáfora de este patrón de huida. El cazador, buscando consuelo en lo que parecía un refugio seguro, terminó siendo consumido por su propia incapacidad para afrontar el desafío de la vida adulta.
Entonces, ¿cuál es la solución? El primer paso es enfrentar la realidad tal como es, sin los filtros de la nostalgia. La madurez requiere que el individuo se libere de su dependencia emocional y empiece a asumir la responsabilidad de su propio destino. Jung propone que el hombre-niño debe abandonar su anhelo por el pasado y luchar por un objetivo claro, algo que realmente dé significado a su vida. Es necesario sacrificar la comodidad y aceptar la soledad como una forma de aprender a ser autónomo y valiente frente a los retos.
El camino no es fácil y a menudo está marcado por crisis de identidad, ansiedad y depresión, pero es el único camino hacia la libertad. El hombre-niño debe entender que nadie vendrá a salvarlo; es su deber enfrentarse a sus miedos, salir de su zona de confort y empezar a tomar decisiones, aunque parezcan pequeñas al principio. Con cada paso hacia adelante, por más pequeño que sea, la vida se abre a nuevas posibilidades.