En la sociedad actual, todos buscan ser más productivos. Nos bombardean con consejos sobre cómo aprovechar cada minuto del día, eliminar distracciones y trabajar sin descanso .
La mayoría de los métodos que nos venden hoy en día sobre productividad son cíclicos: empiezas con toda la motivación, trabajas como nunca, pero después de un tiempo, el cansancio se apodera de ti, te quemas y abandonas. ¿Te suena familiar? Este es el ciclo que muchos seguimos sin darnos cuenta de que es precisamente lo que está arruinando nuestro rendimiento a largo plazo.
La verdad es que la productividad mal entendida no se trata de trabajar sin parar, de agotarse al máximo. Es todo lo contrario. La clave no es alcanzar el "fallo" constantemente, como si tuviéramos que darlo todo en cada tarea. En cambio, lo que realmente funciona es encontrar un equilibrio entre esfuerzo y descanso. Así como un león no está cazando todo el tiempo, nosotros tampoco podemos estar "trabajando a full" sin parar. El descanso es vital, y es durante esos momentos de pausa donde realmente recargamos nuestra energía para seguir siendo productivos de manera constante.
Imagina que estás en el gimnasio. Puedes elegir entre levantar pesas sin esfuerzo, hacer ejercicios al límite todo el tiempo o, lo que realmente genera resultados a largo plazo: entrenar al borde de la fatiga, pero sin llegar a romperte. La productividad funciona de la misma manera: hay que encontrar el punto en el que trabajas duro, pero sin llegar al agotamiento total, y luego dar espacio al descanso para recargar fuerzas.
Si alguna vez has sentido que tu productividad es inalcanzable porque te exiges más de lo que puedes dar, es hora de romper ese ciclo. No se trata de ser perfecto todos los días, sino de ser constante, sin caer en la trampa del agotamiento. La verdadera productividad está en lograr un balance, donde el trabajo duro se combina con el descanso para asegurar que tu energía esté siempre al 100%.