Imagina que eres entrenador de un equipo de baloncesto y, al ver a los jugadores, decides inconscientemente quién tiene potencial y quién no, solo por una simple intuición. Esta creencia en las habilidades de cada jugador influye directamente en tus acciones hacia ellos, desde la motivación hasta el tiempo que les dedicas .
Este concepto nos muestra cómo nuestras expectativas, ya sean conscientes o no, pueden moldear el desempeño de las personas a nuestro alrededor. No solo ocurre con jugadores de baloncesto, sino también en la educación, en el trabajo e incluso en nuestra vida cotidiana. Un estudio famoso, conocido como el Experimento de Rosenthal, demostró cómo los maestros que tenían expectativas más altas sobre ciertos estudiantes, basadas en información inventada, terminaban viendo una mejora real en esos estudiantes, solo porque actuaron de acuerdo con sus expectativas. En este caso, los alumnos "talentosos" mejoraron en sus pruebas de IQ solo porque los profesores creyeron en su potencial.
Entonces, ¿qué podemos aprender de esto? Las expectativas que tenemos sobre los demás y, más importante aún, las que los demás tienen sobre nosotros, juegan un papel crucial en nuestro desarrollo y éxito. Al igual que un jugador que se siente respaldado por su entrenador, nosotros también respondemos a las expectativas que otros depositan en nosotros, ya sea en el ámbito académico, laboral o personal.
Pero, ¿es posible evitar caer en la trampa de las expectativas negativas? Claro, la clave está en tomar consciencia de este fenómeno y luchar contra los estereotipos o juicios iniciales que puedan limitar nuestro potencial o el de los demás. Si cambiamos nuestras expectativas y las de los que nos rodean, podemos generar un impacto positivo en nuestro desempeño y en nuestras relaciones.