La sucia historia del fentanilo
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En la actualidad, el fentanilo es responsable de miles de muertes al año, y se le señala como uno de los principales culpables de la crisis de opioides que afecta a Estados Unidos. Sin embargo, lo que pocos saben es que esta epidemia no comenzó en las calles de México ni en los cárteles de drogas que se mencionan constantemente en los titulares .

La verdadera historia del fentanilo, y la de los opioides en general, tiene una raíz mucho más profunda, una historia que involucra grandes farmacéuticas, intereses políticos y una serie de decisiones gubernamentales que permitieron que millones de personas cayeran en la trampa de la adicción.


Todo comenzó con una pequeña pastilla llamada OxyContin. En 1995, la farmacéutica Purdue Pharma, dirigida por la familia Sackler, logró que la FDA aprobara un medicamento que, bajo la promesa de aliviar dolores comunes, resultó ser altamente adictivo. A pesar de las advertencias y de los riesgos evidentes, el OxyContin se convirtió en un éxito rotundo, vendiéndose en cantidades millonarias, y lo más alarmante, sin una regulación estricta. Los médicos, presionados por los incentivos de Purdue y otros laboratorios, comenzaron a recetar este opioide sin medir las consecuencias, creando una generación de personas que pasaron de tratar su dolor a convertirse en adictas.


Este no fue un error aislado. La historia del fentanilo repite el mismo patrón. Aunque fue creado en 1960 como un analgésico potente para pacientes con cáncer, su uso fuera de estos parámetros rápidamente se descontroló. La farmacéutica Johnson & Johnson se encargó de lanzar varios productos derivados del fentanilo, como Subsys, un aerosol que también fue aprobado bajo estrictas condiciones, pero que rápidamente se recetó de manera indiscriminada gracias a los sobornos a médicos. A medida que más personas se volvían dependientes de estos medicamentos, las farmacéuticas no se detuvieron; al contrario, encontraron nuevos nichos de mercado, como el uso recreativo y la creación de dosis más fuertes.


Es vital entender que no se trata solo de un problema de México o de los cárteles que producen fentanilo. Este desastre tiene mucho que ver con las decisiones que tomaron las autoridades estadounidenses, entre ellas la FDA, y con los intereses económicos de las grandes corporaciones farmacéuticas. A medida que la crisis se desbordaba, los esfuerzos por regular y frenar esta pandemia de adicción fueron insuficientes, y la falta de control permitió que el ciclo de abuso continuara.


Lo más sorprendente de esta historia es que, mientras el gobierno de Estados Unidos lanza acusaciones contra México por ser el "principal culpable" de la crisis de los opioides, en su propio país los intereses comerciales siguen primando. Grandes corporaciones, con la complicidad de figuras clave dentro del gobierno, lograron pasar leyes que permitieron la distribución de estos productos sin control alguno. Los millones de muertos por sobredosis son un precio que muchas familias han pagado por las decisiones de unos pocos.


Lo más alarmante de todo es que la industria sigue operando con la misma impunidad. Hoy en día, Estados Unidos sigue siendo el epicentro de esta epidemia, pero las grandes farmacéuticas continúan lanzando nuevos productos sin una verdadera regulación. La crisis de los opioides no se resolverá solo con el control del narcotráfico; el verdadero problema está en casa, en las mismas estructuras que permitieron que este desastre se desarrollara.

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