El cine colombiano se encuentra en una paradoja curiosa: mientras algunas de sus películas ganan premios internacionales y son aclamadas en festivales de cine, en casa apenas logran llenar unas pocas salas antes de desaparecer del mapa. ¿Por qué pasa esto? ¿Es culpa del público, de la industria o de la falta de variedad en las propuestas? Vamos a desmenuzar este fenómeno.
Colombia produce más películas que nunca, pero la percepción general sigue siendo la misma: o son demasiado tristes y densas o simplemente malas y repetitivas .
Mientras tanto, Hollywood sigue acaparando la taquilla con historias envolventes, efectos especiales y estructuras narrativas que han moldeado el gusto de los espectadores. Comparadas con estas producciones multimillonarias, muchas películas colombianas terminan pareciendo “pobres” o “aburridas” a los ojos del público, lo que refuerza el prejuicio de que el cine local simplemente “no vende”.
Si hay algo que ha demostrado atraer a los colombianos al cine, es la comedia comercial. Prueba de ello es que de las pocas películas nacionales que han superado el millón de espectadores, la mayoría siguen un patrón similar: “El Paseo” (en sus múltiples secuelas), “Uno al Año no Hace Daño”, y otras películas con comediantes reconocidos como protagonistas.
Este fenómeno tiene raíces profundas. Durante décadas, el humor en Colombia ha estado dominado por un solo programa: Sábados Felices. Este molde ha definido lo que muchos consideran gracioso, facilitando que el cine comercial repita la misma fórmula una y otra vez, con éxito asegurado.
Por otro lado, las películas más premiadas y apreciadas por la crítica, como La Tierra y la Sombra, Todos sus Muertos o Gente de Bien, apenas logran mantenerse en cartelera antes de desaparecer sin pena ni gloria.
Uno de los mayores problemas del cine colombiano es la falta de espacios en las salas de cine. Las grandes cadenas priorizan películas de Hollywood porque son rentables y garantizan salas llenas. En contraste, las producciones nacionales reciben pocas funciones y horarios poco atractivos.
El resultado: las películas colombianas duran menos de dos semanas en cartelera, lo que refuerza la percepción de que “no venden”, desmotivando a los exhibidores a darles más espacio.
En otros países, como Francia, existen leyes que obligan a los cines a proyectar un porcentaje mínimo de producciones nacionales, asegurando que el público tenga acceso a cine local. En Colombia, una medida similar podría cambiar las reglas del juego.
Si bien las salas de cine no han sido aliadas del cine colombiano, las plataformas de streaming han abierto nuevas posibilidades. Ejemplos como Los Reyes del Mundo o El Olvido que Seremos han encontrado una segunda vida en Netflix y otras plataformas, alcanzando un público más amplio y demostrando que sí hay interés en el cine colombiano cuando se le da la oportunidad de ser visto.
Además, proyectos como RTVC Play han demostrado que los espectadores sí quieren acceder a contenido nacional en formatos digitales. La creación de una plataforma de streaming enfocada en cine colombiano podría ser una solución viable para fortalecer la industria.
El problema no es que en Colombia no se haga buen cine, sino que mucha gente no sabe que existe. Más allá del cine de autor o de las comedias comerciales, hay películas que pueden sorprenderte y engancharte si les das una oportunidad.
Si te gusta la animación, Virus Tropical es una joya que retrata con gran sensibilidad la vida de una joven en una familia atípica.
Si prefieres algo más urbano y crudo, La Sociedad del Semáforo cuenta una historia fascinante sobre la lucha por la supervivencia en las calles.
Si buscas cine colombiano bien hecho y emotivo, El Olvido que Seremos es una de las mejores producciones recientes del país.
Para los amantes del rock y el punk, Rodrigo D: No Futuro es una película icónica del director Víctor Gaviria, que captura la rebeldía y desesperanza de una generación.