Nuestro sentimiento vip, el más grande de los privilegios para quienes tienen salud, dinero y tiempo. Somos tan pretenciosos que adornamos nuestro egoísmo con cubitos de azúcar al permitirnos sufrir por desamor y autocompadecernos por dicha razón .

Y es que qué importa el desamor si tu familia pasa hambre, qué importa el desamor si tu amigo muere atropellado por un auto, qué importa el desamor si tu hermano está en la guerra, qué importa el desamor si tus padres mueren de enfermedad.

Solo somos niños buscando aprobación, jugando a intercambiar saliva e introducirnos unos dentro de otros, convencidos de que sabemos lo que hacemos. Lo cierto es que nadie muere de desamor, nos sentimos especiales porque nos aman, porque nos eligen, porque nos desean. Olvidémonos del negocio del desamor, del plato de segunda mesa, de ser una opción en vez de una prioridad, del sexo por consuelo, de los antidepresivos, del desánimo por la vida. Porque a pesar de todo, cuando el vínculo desaparece, aún sigue amaneciendo, aún hay nuevas personas, nuevas experiencias, nuevas oportunidades.

Aún puedes levantarte y volver a comenzar. Nacemos cada vez que despertamos.

A veces ya no amanece nunca más para otros.
A veces muchos se quedan sin la posibilidad real de volver a amar. Así que, no sufráis por desamor, más que una tarea, se convierte en misión.