Había una vez, en un rincón lejano del universo, dos galaxias que vivían en mundos separados, pero cuyas estrellas brillaban con la misma intensidad. Una de ellas se llamaba "Cielo Azul" y la otra, "Corazón Estelar" .
Cielo Azul era una galaxia llena de estrellas jóvenes y brillantes. Sus nubes de gas resplandecían con un azul profundo, y sus planetas danzaban alrededor de las estrellas con una armonía perfecta. Corazón Estelar, por otro lado, era una galaxia más antigua, llena de estrellas maduras, pero sus constelaciones parecían contar historias de amor y desamor, como si el tiempo hubiera dejado una huella en su ser.
Aunque estaban separadas por un vasto espacio, algo en el corazón de ambas galaxias sentía una extraña atracción hacia la otra. Era como si el mismo destino las hubiera entrelazado a través del cosmos. Y, en una noche especialmente serena, un suave rayo de luz cruzó el espacio, iluminando ambas galaxias con un resplandor brillante.
Cielo Azul, al sentir el toque de la luz, comenzó a girar más rápido, acercándose a Corazón Estelar, quien, a su vez, también se movía en su dirección. En ese instante, las estrellas de ambas galaxias comenzaron a brillar con mayor intensidad, como si estuvieran celebrando el encuentro inminente.
Finalmente, las dos galaxias se encontraron en el espacio, rodeadas por la oscuridad del universo, pero con una luminosidad que nunca antes habían experimentado. A medida que sus estrellas se entrelazaban en un baile de luz y energía, el amor se encendió en el corazón de cada galaxia. Era un amor que trascendía el tiempo, el espacio y las dimensiones, un amor eterno y profundo, tan inmenso como el universo mismo.
Desde aquel día, Cielo Azul y Corazón Estelar siguieron danzando juntos, moviéndose en una perfecta sincronización, como si todo el universo estuviera observando su historia. Su amor se convirtió en una leyenda entre las estrellas, un amor que ni siquiera el tiempo podía apagar.
Y así, en las vastas noches del cosmos, cuando miramos al cielo, a veces podemos ver sus luces danzando, recordándonos que el amor puede cruzar galaxias y, quizás, todos estamos destinados a encontrar nuestro reflejo, aunque esté más allá de las estrellas.
Fin.