Imagina por un momento que, al caminar por el lugar que ves todos los días, te detienes y observas con ojos nuevos. Descubres detalles que antes ni siquiera habías notado: el brillo de una hoja moviéndose suavemente al viento, el juego de luces y sombras en tus paredes, el sabor de una taza de café como si fuera la primera vez .
La vida no tiene que ser un desfile de momentos extraordinarios para ser maravillosa. El asombro está en lo cotidiano: en las nubes que se desplazan lentamente, en el reflejo del sol sobre el agua, en el aroma de la tierra después de la lluvia. Todo eso está ahí, esperando que lo veas, esperando que te tomes un momento para apreciarlo.
Volver a asombrarte es una invitación a vivir el presente, a reconectar con la belleza del ahora, sin necesidad de buscar fuera lo que ya está frente a ti. El asombro nos recuerda que la gratitud por lo simple puede cambiar la forma en que percibimos nuestra vida. Y cuando comenzamos a ver lo extraordinario en lo ordinario, cada día se convierte en una oportunidad para crecer, aprender y disfrutar.