América Latina se ha forjado sobre la narrativa del "conquistado". A lo largo de siglos, nuestra región ha sido invadida, colonizada y marcada por potencias externas .
A menudo, el discurso dominante nos presenta una versión en la que los pueblos indígenas, por ejemplo, son eternos mártires, siempre opacados por los invasores europeos, una historia de sacrificio constante. Pero, ¿es esta la visión real de nuestras civilizaciones prehispánicas? Muchos estudiosos han revelado que las culturas indígenas eran mucho más complejas y poderosas de lo que la narrativa oficial nos ha enseñado. En lugar de ser solo víctimas, fueron sociedades guerreras, innovadoras y sofisticadas. Sin embargo, con el paso del tiempo, esa imagen de fortaleza fue suplantada por la idea del "pueblo pacífico", un mito creado para que el mundo occidental se sintiera mejor con su historia de conquista.
Al adoptar el papel de víctima, América Latina ha interiorizado la idea de que somos los "perdidos", los "oprimidos", y que nuestra identidad gira en torno a una lucha interminable contra un conquistador eterno. Esta visión es peligrosa, porque se transforma en una máscara que distorsiona nuestra realidad. Nos hemos acostumbrado tanto a esta narrativa que parece que sin el "opresor" no sabríamos quiénes somos. Nos quedamos atrapados en una obra de teatro en la que no hemos sido capaces de escribir nuestro propio guion.
Lo más irónico de este fenómeno es que, al adoptar la imagen de víctima, en muchos casos terminamos glorificando a nuestros opresores. Celebramos aniversarios de resistencia, como si fuera algo digno de orgullo, cuando en realidad, esa resistencia refleja una relación de poder que ha perdurado durante siglos. En lugar de promover una verdadera liberación, nos conformamos con seguir en el mismo ciclo de dependencia, repitiendo las historias que nos han sido impuestas.
¿Qué significa esto para el futuro de nuestra región? Si seguimos abrazando la idea de ser un pueblo eterno "conquistado", ¿realmente podremos superar nuestros desafíos actuales? Es hora de que nos liberemos de esta máscara, de que dejemos de celebrar la opresión y comencemos a escribir nuestra propia historia, una historia en la que, finalmente, podamos vernos como los protagonistas de un futuro lleno de posibilidades.