Vivimos con la idea de que tenemos que convertirnos en alguien. Desde pequeños, nos inculcan que debemos cumplir metas, encontrar una vocación, ganar dinero, ser exitosos, construir una vida “significativa” .
Si no hemos alcanzado esas expectativas impuestas por la sociedad, la familia o nosotros mismos, ¿somos nadie?
Es irónico porque nadie es nadie, pero seguimos cargando con la presión de convertirnos en algo más.
Gran parte de esta ansiedad proviene de las expectativas de los demás. Nuestra familia espera que seamos exitosos, la sociedad nos dice que debemos encontrar una “pasión” y las redes sociales nos muestran vidas perfectas que parecen inalcanzables.
Las redes distorsionan la realidad. Solo vemos los mejores momentos de los demás, no sus fracasos ni sus dudas.
Proyectamos en los demás lo que queremos ser. Como el amigo que te dice que dejes de fumar mientras enciende su cigarro número trece del día.
Creemos que alcanzar ciertos logros nos hará sentir completos. Pero incluso cuando logramos lo que se supone que nos haría felices, seguimos sintiendo que falta algo.
Entonces, ¿cuándo llegamos a ser “alguien”?
Supongamos que cumplimos con todas las expectativas: estudiamos, trabajamos, logramos el éxito profesional. ¿Y luego qué?
Muchas veces, en lugar de sentirnos realizados, nos sentimos más vacíos que antes. Porque el problema no es alcanzar la meta, sino el hecho de que la meta nunca deja de moverse.
Incluso las personas que admiramos pasaron por este dilema. ¿Quién era Carlos Ballarta antes de ser comediante? ¿Quién era Jonah Hill antes de “Supercool”? Antes de que fueran “alguien”, ya lo eran.
Pensamos que convertirnos en alguien es un destino, cuando en realidad es un proceso constante. Nunca dejamos de formarnos, nunca dejamos de cambiar. No hay un momento en el que “lleguemos” a ser alguien, porque siempre seremos una versión en evolución de nosotros mismos.
No necesitas que alguien te valide para existir. Tu historia, tus experiencias, tus pensamientos y emociones ya te hacen alguien en la vida.
Deja de compararte con los demás. Lo que ves en redes es solo una parte editada de la vida de las personas.
Cambia la idea de “ser alguien” por la de crecer y evolucionar. No hay un punto de llegada, solo el camino.
Acepta que la presión es parte de la vida, pero no dejes que te controle. Usa esa ambición de manera positiva, sin que se vuelva una carga insoportable.
La idea de que necesitamos convertirnos en alguien en la vida puede ser una trampa que nos haga sentir insuficientes. Pero la verdad es que siempre hemos sido alguien.
