El fin de los hobbies
Hace 1 día
Tiempo de lectura aprox. :
5 min.
+1 voto

En los últimos años, el auge de las redes sociales y los algoritmos ha transformado profundamente la forma en que nos relacionamos con nuestras pasiones, gustos y, en general, con nuestra identidad. Lo que antes parecía una forma de expresión personal se ha convertido en una maraña de microtrends y estéticas fugaces, muchas veces alejadas de cualquier actividad o tradición genuina .

En este contexto, surge la pregunta: ¿estamos perdiendo lo que hacía únicas a las subculturas?


Las subculturas, esas tribus urbanas que construían identidad a través de actividades compartidas, como asistir a conciertos, formar bandas o simplemente reunirse en cafés y bares, están desapareciendo rápidamente. ¿La razón? Los algoritmos. Hoy en día, la moda no depende de las pasiones que compartimos con otros, sino de las tendencias que los algoritmos nos imponen. Las estéticas como el Cottagecore o el E-girl surgen no de un verdadero interés o práctica, sino del simple deslizamiento por las pantallas de TikTok, Pinterest o Instagram.


Este fenómeno está cambiando no solo la forma en que nos vestimos, sino también la manera en que nos entendemos a nosotros mismos. Hemos dejado de ser influenciados por nuestras comunidades cercanas para ser influenciados por fuerzas mucho más poderosas, como gigantes tecnológicos que nos impulsan a consumir de manera constante. Pero lo más inquietante es que, al consumir estas tendencias, nos alejamamos de una identidad estable y coherente, tan necesaria para nuestro sentido de pertenencia.


Las subculturas, en su esencia, eran una forma de resistir la homogeneización de la sociedad, de establecer una identidad colectiva basada en intereses comunes. Sin embargo, hoy en día, las microestéticas son solo una forma de escapar de la realidad, de construir una fachada aspiracional que rápidamente se agota, como una moda pasajera que nunca se asienta en una práctica real. Hoy no buscamos ser parte de un grupo con el que compartimos pasiones; solo seguimos lo que el algoritmo nos propone, sin cuestionarnos realmente qué nos define.


El problema es aún más profundo cuando consideramos que esta desconexión no solo afecta nuestra identidad, sino también la forma en que nos comunicamos. Las subculturas, aunque diversas y a veces fragmentadas, compartían un lenguaje común. Este lenguaje era necesario para poder comprendernos, para poder construir comunidad. Hoy, sin embargo, la fragmentación y la atomización de las identidades nos alejan de ese entendimiento mutuo, creando comunidades dispersas que, aunque comparten una estética, carecen de un propósito común real.


Nos hemos convertido en islas, atomizados en un mar de contenido que solo nos alimenta momentáneamente, sin dejarnos realmente construir conexiones significativas. Y es que, aunque la tecnología nos ha permitido conectar con personas de todo el mundo, nos ha desconectado de las realidades más tangibles y locales. La hiperconectividad nos ha alejado del presente, de la experiencia compartida en el aquí y ahora, y nos ha sumergido en un mar de datos que no se conectan entre sí.


Esto no solo nos afecta a nivel personal, sino también en nuestra forma de entender el arte y la cultura. Hoy en día, nos enfrentamos a la fascinación por los objetos de consumo sin considerar los procesos y las historias detrás de ellos. El arte y la cultura ya no se valoran por lo que nos hacen sentir, sino por la marca, la estética, el algoritmo. Y en este mundo en el que todo parece diluirse, las subculturas auténticas están desapareciendo, reemplazadas por la fugacidad de las tendencias.


La era digital nos ha dado acceso a un sinfín de posibilidades, pero también ha traído consigo una crisis de identidad y comunidad. Y aunque la tecnología puede ser una herramienta poderosa, no podemos olvidar que somos seres sociales, que necesitamos compartir historias y construir un sentido común para poder vivir de manera plena. El verdadero reto ahora es cómo recuperar ese sentido de comunidad, ese espacio de conexión genuina, en un mundo donde todo parece estar diseñado para fragmentarnos.

81 visitas
Valora la calidad de esta publicación
0 votos

Por favor, entra o regístrate para responder a esta publicación.

detodounpoco 0 puntos Hace 16 horas detodounpoco 0 puntos
oh
0 votos
Hace 16 horas
Publicaciones relacionadas
Adimvi es mejor en su app para Android e IOS.