Era una noche fría y oscura, en la que las sombras de los árboles parecían alargarse hasta casi tocar las ventanas de la antigua mansión. La casa, abandonada desde hacía décadas, siempre había sido objeto de rumores y leyendas .
Clara, armada con su cámara y un par de dispositivos para captar actividad extraña, entró por la puerta principal que crujió al abrirse, como si la casa misma respirara. El aire estaba cargado de polvo y humedad, y el eco de sus pasos resonaba en los pasillos vacíos. La mansión había sido una vez un lugar de lujo, pero ahora solo quedaban restos de su pasado próspero: muebles rotos, cuadros descolgados y una sensación de abandono que se sentía en cada rincón.
Decidida, Clara comenzó a explorar las habitaciones. Sabía que en la planta superior ocurrían los fenómenos más extraños. Los antiguos dueños de la mansión, según los relatos, habían desaparecido misteriosamente una noche y nunca fueron encontrados. Desde entonces, se decía que sus espíritus aún rondaban la casa.
Cuando Clara subió por la escalera, una brisa fría la envolvió. En el pasillo, un retrato de una mujer con ojos profundos parecía seguirla con la mirada, y un susurro sutil comenzó a llenarle los oídos. Intentó ignorarlo, pero el sonido de susurros aumentaba, como si alguien estuviera susurrando su nombre.
En la última habitación del pasillo, la puerta estaba entreabierta. Clara entró, y lo primero que notó fue un reloj de pie que seguía funcionando, a pesar de que parecía estar detenido durante años. El segundero se movía con una precisión extraña, pero no hacía sonido alguno. Clara se acercó al reloj y, en ese momento, una ráfaga de aire frío la hizo dar un salto hacia atrás. Miró alrededor, sintiendo que no estaba sola.
Fue entonces cuando las luces comenzaron a parpadear. En un rincón oscuro de la habitación, una figura apareció brevemente. Clara no pudo distinguirla bien, pero la silueta era alta y delgada. Sus ojos brillaban en la penumbra. Aterrorizada, intentó capturar una foto, pero su cámara comenzó a fallar, como si algo la estuviera bloqueando. En ese instante, el aire se cargó de una energía densa, como si la temperatura hubiera descendido varios grados en un segundo.
De repente, los susurros se volvieron más claros. Clara escuchó una voz, débil y temblorosa, que le decía: "No deberías estar aquí."
Clara, con el corazón acelerado, miró hacia la figura, que ahora estaba más cerca, pero todavía difícil de distinguir. Sintió como si la mirada de esa presencia estuviera perforando su alma. Con rapidez, corrió hacia la puerta, pero antes de salir, algo la detuvo. Una mano fría tocó su hombro. Miró hacia atrás y vio, por un breve instante, el rostro de una mujer, pálido y demacrado, con una expresión de desesperación.
La figura, en un susurro casi inaudible, le dijo: "Ayúdanos... No estamos en paz."
Clara, temblando, salió de la mansión sin mirar atrás. Cuando llegó a su coche, el reloj de la casa, que había dejado atrás, dejó de funcionar de manera extraña, como si se hubiera detenido para siempre.
De vuelta en su laboratorio, Clara revisó las grabaciones y las fotos que había tomado esa noche. En una de las imágenes, apareció la figura de la mujer, con una expresión de sufrimiento. Clara comprendió entonces que los espíritus de la mansión no buscaban asustar a los vivos, sino encontrar a alguien que pudiera descubrir la verdad detrás de su tragedia.
La mansión, ahora conocida como un lugar de gran actividad paranormal, seguía siendo un misterio. Nadie más se atrevió a entrar, pero Clara, con el corazón lleno de incertidumbre y un profundo respeto, sabía que algún día regresaría para ayudar a esas almas perdidas a encontrar la paz que tanto anhelaban.