EL MANANTIAL
Hace 1 día
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En lo profundo de un bosque antiguo, donde los árboles se alzaban tan altos que apenas dejaban pasar la luz del sol, existía un manantial de agua que nadie había visto jamás. La leyenda decía que aquel manantial era tan puro que quien bebiera de su agua encontraría la respuesta a todas sus preguntas, el alivio a sus penas y la paz en su corazón.

Las aldeas cercanas hablaban sobre él en susurros, temerosos de acercarse demasiado .

Nadie sabía realmente de dónde provenía esa agua cristalina, ni cómo podía ser tan especial. Algunos decían que el manantial había sido creado por los dioses, otros que era el refugio de los espíritus del bosque.

Un día, una joven llamada Lucía, conocida por su curiosidad insaciable, decidió buscar el manantial. Había perdido a su madre cuando era pequeña y, desde entonces, su corazón estaba lleno de preguntas sin respuesta. Nadie en el pueblo podía consolarla ni ofrecerle paz, por lo que pensó que quizás el manantial podía ayudarla a encontrar lo que tanto necesitaba.

A pesar de las advertencias de los ancianos del pueblo, Lucía se internó en el bosque con una pequeña cesta para llevar agua. Caminó durante horas entre árboles gigantescos, cruzando pequeños arroyos y sorteando la densa maleza. A medida que avanzaba, la sensación de ser observada crecía, pero no se detuvo. Su corazón latía con fuerza, lleno de esperanza.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegó a un claro. Allí, en el centro, brotaba el manantial. El agua, transparente como el cristal, fluía con una suavidad tan serena que parecía cantar al ritmo de la naturaleza. Lucía se acercó, cautelosa pero emocionada, y con un cuenco en las manos se dispuso a beber.

Al primer sorbo, una sensación de calma la envolvió. Era como si toda su vida, todos sus recuerdos y emociones se fundieran en el agua. En ese instante, vio frente a ella una visión de su madre, sonriendo y rodeada de luz. Las palabras de su madre resonaron en su mente, como si estuviera allí, a su lado: "La paz no se encuentra en las respuestas, hija mía, sino en aceptar las preguntas y vivir con ellas. El amor y la memoria son los que te guiarán."

Lucía cerró los ojos, dejando que las lágrimas se desbordaran. Ya no sentía dolor ni vacío. Comprendió que su madre siempre había estado con ella, en cada paso, en cada suspiro. El manantial no le dio respuestas concretas, pero le ofreció algo más profundo: la comprensión de que, a veces, el viaje en busca de la paz es más importante que las respuestas que buscamos.

Lucía regresó al pueblo, no con una cesta llena de agua, sino con un corazón ligero, lleno de gratitud. Nunca más buscó respuestas fuera de sí misma, pues sabía que la verdadera sabiduría se encontraba en el amor y en la aceptación de la vida tal como es.









Desde ese día, el manantial continuó fluyendo en el corazón del bosque, un lugar sagrado donde las almas que se acercaban con el alma limpia podían encontrar, no respuestas definitivas, sino la paz que se halla en la sencillez del momento presente. Y así, la leyenda del manantial perduró, como símbolo de que, a veces, las respuestas llegan cuando dejamos de buscarlas con ansias y comenzamos a escucharnos a nosotros mismos.

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