SI EL “AMOR” TE DUELE, ES QUE TE ESTÁN JODIENDO

Nos enseñaron a creer que el amor era entregarse hasta desgarrarse. Que si no dolía, no era real .

Nos vendieron la idea de la media naranja, como si hubiéramos nacido a medias, como si necesitáramos completarnos con alguien más. Pero qué engaño más cruel: el amor no es un sacrificio, ni una batalla donde gana quien aguanta más heridas.

Me costó entenderlo. Porque crecí en un mundo donde el romanticismo era sinónimo de sufrimiento. Donde el “te quiero” venía con promesas de cadenas, con celos disfrazados de preocupación, con miedo a la libertad. Donde llorar por alguien era prueba de amor y no de ausencia de dignidad.

El amor que me enseñaron me rompió. Pero el amor que aprendí me salvó.

Porque amar no es desaparecer para encajar en el hueco de otra persona. Amar es ser, en toda la intensidad de nuestra esencia. Es que alguien te admire sin intentar reducirte. Es compartir la vida sin perderse en la de otro.

No quiero más amores que duelan. No quiero sobrevivir a nadie. Quiero amores que sean refugio, no guerra. Que sean hogar, no exilio. Que sumen, no resten. Que sean elección, no dependencia.

Y si el amor no es así, entonces que se queme. Que arda hasta las cenizas. Pero que no me arrastre con él.

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