En Churchill, Canadá, una de las pocas ciudades donde los osos polares deambulan libremente, es común que los residentes dejen las puertas de sus coches abiertas. Esta práctica no se debe a negligencia, sino que es una medida de seguridad crucial: en el caso de un encuentro inesperado con uno de estos depredadores masivos, cualquiera puede buscar refugio rápidamente en un vehículo cercano .