Sentada delante del televisor, lo apago cabreada y no lo destruyo de un grito en el vacío porque sé que eso no solucionaría nada en absoluto. ¿Triste, verdad? Cansada de sentarme en el maldito sofá sin decir nada, poniendo a mis ojos por testigo, que el mundo está más que acabado .
Anuncios machistas, condenas injustas, guerras sin sentido, pobreza y mil desastres más están ocurriendo ahora mismo, a través de mi carísima televisión de plasma Ultra HD. Y yo sigo aquí con mi vida insustancial típica en Occidente. Hace poco tuve una pequeña disputa sobre un mundo utópico o como yo lo llamo una paja mental. Un mundo donde no existiera el dolor, las muertes injustas, los violadores y las terribles guerras que han arrebatado tantas vidas. A día de hoy juro que sigo sin entender lo que puede pasar por tu miserable cabeza para anteponer un Dios, un objetivo, miles de euros por delante de una vida humana, inocente. ¿Para qué? ¿Para demostrarle algo al mundo?
¿Sabéis qué es lo que creo? Que en un momento, en mitad del transcurso del tiempo, nos empezamos a romper , y ahora eso es todo lo que tenemos, almas rotas. Nosotros los millennials, se supone que lo tenemos todo y nos siguen faltando cosas, “más dinero, más ropa, una casa más grande, más sexo sin sentido... Porque eso es lo que buscáis, todo lo que sea puramente físico, se dejó de creer en la magia, en todo aquello que no se puede ver ni tocar y precisamente toda esa clase de cosas eran las que nos hacían brillar con luz propia.
Recuerdo a una chica con una gran sonrisa y ojos brillantes, llenos de emoción, esperando en el portal de su casa a que el chico de sus sueños la fuera a buscar. Él aparece y ella se sonroja, esa noche el chico le promete una vida juntos, recorrer el mundo de su mano y un para siempre. Ella idiota se cree cada una de sus palabras porque aún no le han roto el corazón y está terriblemente enamorada. Entonces un día el chico se va y ni siquiera se despide, eso provoca un profundo agujero negro en su interior. Ya no hay más sonrisas sinceras ni ojos llenos de ilusión, todo ha sido reemplazado por unos ojos oscuros provocadores, una sonrisa sarcástica y una grandísima coraza combinada de hielo, orgullo y rencor. Y así fue como un alma inocente, se le arrebató toda su magia para convertirla en un juguete roto.
Si todos fuéramos más niños y no tan adultos, quizás creeríamos más en el amor como el motor del mundo y no tanto en el poder o el dinero que solo conllevan guerras y destrucción.