Cuando Charles Dickens tenía tan solo 12 años, su vida dio un giro dramático y desgarrador. Su padre, John Dickens, fue enviado a la prisión de deudores de Marshalsea porque la familia no podía pagar sus deudas .
La fábrica era un lugar sombrío y el trabajo de Dickens consistía en etiquetar ollas de betún durante horas y horas. El trabajo era tedioso, las condiciones duras y el salario apenas alcanzaba para sobrevivir. Para un niño brillante e imaginativo como Charles, fue una experiencia aplastante. Se sintió abandonado y humillado, y el recuerdo de esa época lo persiguió durante el resto de su vida. Más tarde escribió sobre ello con cruda emoción, describiéndolo como uno de los períodos más oscuros que jamás había vivido.
Esta experiencia, aunque dolorosa, se convirtió en un momento decisivo en la vida de Dickens. Formó su profunda empatía por los pobres y marginados, que más tarde se reflejaría en sus novelas. Historias como Oliver Twist, David Copperfield y La pequeña Dorrit están llenas de temas de pobreza, trabajo infantil e injusticia social, todos inspirados en su propio sufrimiento. La fábrica de betún también alimentó su incansable ambición. Dickens estaba decidido a escapar de esa vida y trabajó incansablemente para educarse y forjarse una carrera como escritor.
Afortunadamente, el tiempo que Dickens pasó en la fábrica no duró para siempre. Después de unos meses, su padre salió de prisión y Charles pudo volver a la escuela. Pero las cicatrices permanecieron. El trauma de aquellos días lo acompañó, impulsando su increíble ética de trabajo, pero también contribuyendo a sus inseguridades y las complejidades de su vida personal. Es un testimonio de su resiliencia que convirtiera una experiencia tan dolorosa en una fuente de poder creativo, brindándonos algunas de las historias más perdurables de la literatura inglesa.