Aunque puede parecer un misterio aterrador, la ciencia tiene algunas respuestas fascinantes sobre por qué experimentamos estas pesadillas y cómo nuestro cerebro las crea.
Las pesadillas no son simplemente un producto de nuestra imaginación. Están directamente conectadas con el ciclo del sueño, que se divide en distintas fases, siendo la fase REM (movimiento ocular rápido) la que tiene la mayor relación con nuestros sueños más intensos .
Cuando estamos bajo estrés, ansiedad o incluso en situaciones de trauma, la amígdala se vuelve más sensible. El cortisol, la hormona del estrés, puede alterarla y hacer que nuestras emociones se intensifiquen, provocando que lo que en un principio podría haber sido un sueño placentero se convierta en una pesadilla. Esto también explica por qué las pesadillas pueden revivir momentos traumáticos del pasado: el hipocampo, encargado de la memoria a largo plazo, se ve afectado por la misma hormona, trayendo a nuestra mente imágenes de experiencias pasadas.
Pero, ¿por qué no recordamos todas las pesadillas? El cerebro no está diseñado para almacenar recuerdos de nuestros sueños, ya que está ocupado filtrando la información del día. Si nos despertamos durante la fase REM, podemos captar fragmentos de nuestro sueño y recordarlos, pero si no es así, simplemente no nos queda memoria del evento.
A pesar de ser algo natural y común, las pesadillas están relacionadas con los trastornos del sueño, conocidos como parasomnias, y son parte de un ciclo que se repite a lo largo de la noche. Por lo tanto, aunque un sueño pueda interrumpirse, las pesadillas pueden seguir desarrollándose si el ciclo del sueño no se corta adecuadamente.