Es una pregunta que muchos se hacen, especialmente cuando las emociones se entremezclan con la razón. Volver con una pareja puede ser una tentación, pero no siempre garantiza que las cosas mejoren .
En mi primera relación, cuando terminamos, no hubo un verdadero proceso de reflexión. Después de solo dos semanas separados, el deseo de recuperar lo perdido nos impulsó a regresar sin evaluar realmente las razones por las que habíamos roto. El sentimiento nos engañó, haciéndonos olvidar los problemas fundamentales que había en la relación. A pesar de nuestros intentos, pronto volvimos a caer en las mismas dinámicas disfuncionales, y la ruptura fue definitiva. Aprendí una valiosa lección: regresar sin haber trabajado en los problemas previos es una receta para el fracaso.
Sin embargo, con mi segunda pareja, el proceso fue diferente. Después de nuestra ruptura, nos dimos tiempo. Cada uno vivió su vida, reflexionó sobre lo que habíamos hecho bien y mal, y ajustó sus expectativas. No regresamos inmediatamente; más bien, nos tratamos con apertura, dispuestos a ver si podíamos cambiar nuestras conductas. Este tiempo de reflexión nos permitió mejorar como personas y como pareja, y lo que comenzó como una relación rota, terminó fortaleciéndose. La diferencia fue el trabajo consciente de modificar las dinámicas disfuncionales.
Lo importante no es cuántas veces regreses, sino si estás dispuesto a hacer un verdadero esfuerzo para cambiar lo que no funcionó. Si no hay conciencia ni cambio, las probabilidades de repetir los mismos errores son altas. El "síndrome de la caca fresca" puede hacernos creer que todo fue perfecto cuando, en realidad, solo nos dejamos llevar por la emoción. Pero cuando hay un trabajo real, una reflexión profunda y un compromiso de ambos para mejorar, las probabilidades de éxito aumentan.