Ser gracioso no significa aprender chistes de memoria o esforzarte demasiado para caer bien. La verdadera gracia surge de la espontaneidad y la confianza, y cualquiera puede desarrollarla si aprende a soltarse .
Todos hemos pensado algo gracioso en una conversación y nos hemos quedado callados por miedo a que nadie se ría. ¡Error! La gente que parece naturalmente divertida no es que tenga mejores chistes, sino que dice lo que piensa sin miedo. Sí, a veces dirás algo que no hará gracia… ¿y qué? La clave es soltarlo con seguridad y, si no funciona, reírte de ti mismo.
Si todo el tiempo intentas hacer reír, la gente se cansará. No se trata de convertir cada conversación en un show de comedia, sino de leer el ambiente. Un buen comentario en el momento correcto vale más que cien bromas seguidas. Aprende a sentir cuándo es el momento y cuándo es mejor quedarse callado.
Si quieres hacer bromas, también debes aceptar que te devuelvan la jugada. Si alguien responde con una broma sobre ti, no te lo tomes mal, sigue el juego. La gente disfruta estar con alguien que no se ofende fácilmente y que sabe encajar las bromas.
No prepares chistes en casa. No fuerces la risa. No tengas miedo al silencio.