La viralización en redes sociales parece ser una obsesión para muchos. Cada día surgen nuevas tendencias y modas para conseguir más seguidores, likes y notoriedad .
En los últimos meses, ha comenzado a aparecer una tendencia inusual en TikTok: mujeres guapas enseñando chino. A simple vista, parece inofensivo, incluso educativo. Pero al sumergirse en el contenido, algo no cuadra. Los mismos escenarios, los mismos trajes tradicionales, las mismas frases, e incluso los mismos nombres. Todo parece demasiado repetitivo, como si fuera una fórmula diseñada para atraer a un público específico: hombres solitarios y extranjeros, ávidos de aprender un idioma. Pero, ¿es esta la razón real de su popularidad?
Lo más extraño es que, detrás de estas clases de chino, hay algo más que simplemente enseñar un idioma. Muchos de estos videos no son lo que parecen. A medida que el contenido se vuelve más viral, una estrategia sorprendente comienza a surgir: las lágrimas. Los ataques virtuales, reales o simulados, se convierten en la excusa perfecta para llorar frente a la cámara, creando una falsa empatía. Las lágrimas y la compasión se venden, y el algoritmo, impasible, sigue recomendando estos videos.
Pero lo que más inquieta es lo que viene después: la propaganda. ¿Es este contenido solo una manera de enseñar chino o hay algo más? Algunos de estos influencers comienzan a difundir mensajes sutiles que promueven la imagen de China, a veces distorsionada o incompleta. Hablando de un "sueño chino", de un país idealizado, sin mencionar las realidades que muchos prefieren ocultar. La línea entre entretenimiento y manipulación se vuelve borrosa, y estos influencers podrían estar más interesados en algo más que simples vistas.
Lo más impactante de todo es que esta fórmula está siendo copiada y replicada por miles. Las estrategias se replican con una exactitud inquietante: el mismo llanto, el mismo texto, los mismos gestos. Un claro ejemplo de cómo, para ser viral, algunos no dudan en perder su originalidad y seguir la corriente, sin importar si su contenido realmente aporta algo nuevo o significativo.
Así, la pregunta queda en el aire: ¿somos simples consumidores de contenido o también estamos siendo manipulados, aunque sea de manera indirecta? Este fenómeno no solo resalta las absurdas estrategias de viralización, sino que también pone de manifiesto los oscuros intereses que pueden esconderse detrás de lo que parece ser solo entretenimiento.