Hay pensamientos que vuelven a nuestra mente una y otra vez. Uno de ellos, inevitable y profundo, es preguntarnos: ¿Cuánto tiempo me queda para vivir? No es un pensamiento fácil, pero lo cierto es que la muerte es una parte inseparable de la existencia.
Curiosamente, solemos temer más la muerte de nuestros seres queridos que la nuestra propia .
? La eternidad del amor
La muerte se lleva cuerpos, pero no sentimientos. Cuando alguien a quien amamos parte, su amor no desaparece: permanece en los recuerdos, en los gestos que aprendimos de ellos, en las historias que seguimos contando. En un mundo donde lo material es efímero, el amor es lo único que realmente trasciende.
El filósofo Marco Aurelio decía: "Haz cada cosa en la vida como si fuera lo último que hagas". Es una frase que hemos escuchado mil veces, pero que rara vez aplicamos. En la prisa del día a día, olvidamos abrazar a quienes amamos, agradecer por los pequeños placeres o simplemente sentirnos vivos en el presente.
? El miedo a olvidar… y la belleza de recordar
Hoy en día, acumulamos miles de fotos y videos, usamos tecnología para recordar fechas y eventos, pero, ¿nos detenemos realmente a apreciar la vida? Nos preocupa no aprovechar el tiempo, pero al mismo tiempo nos distraemos con preocupaciones y metas futuras, olvidando que la vida ocurre ahora.
Tal vez una clave para mirar la muerte con menos miedo es cultivar la gratitud. Decir "te quiero" más seguido, dar abrazos sin razón, escribir cartas que queden como huellas imborrables de nuestro amor. Porque al final, lo que más recordaremos será aquellos momentos en los que amamos y nos sentimos amados.
? El amor como la gran fuerza universal
Platón hablaba del amor como un puente hacia lo eterno, una energía que nos impulsa a crear, a trascender. ¿Y si esa es la verdadera inmortalidad? No en el sentido físico, sino en el impacto que dejamos en quienes nos rodean.
La muerte es un misterio que nos iguala a todos. No importa cuánto la temamos o cuánto la evitemos, llegará. Pero si vivimos con autenticidad, si amamos sin reservas y dejamos nuestra esencia en el mundo, entonces, cuando llegue el momento, podremos mirar atrás y decir: "Fui feliz".
Quizás el mayor acto de amor que podemos hacer por nosotros mismos es vivir de manera que, cuando partamos, no queden palabras sin decir, abrazos sin dar o sueños sin intentar.
