Es posible que estés cayendo en lo que se conoce como "positividad tóxica". Aunque nos empeñemos en hacer sentir bien a los demás, hay frases que, lejos de ayudar, pueden ser más perjudiciales de lo que imaginamos.

Frases como "No es lo peor que te puede pasar" o "No te preocupes, no es para tanto" pueden sonar como un intento de minimizar el dolor ajeno, pero en realidad, solo hacen que la persona se sienta incomprendida .

Otra frase común es "Te lo dije". Aunque pueda parecer una forma de enseñar o prevenir, solo aumenta el peso de la vergüenza y la culpa cuando alguien ya está lidiando con un error. En lugar de brindar apoyo, estas palabras solo refuerzan la sensación de fracaso.

Lo mismo ocurre con frases como "Eres fuerte, lo superarás" cuando alguien comparte una vulnerabilidad. En lugar de ofrecer consuelo, esta frase puede dar la impresión de que lo que realmente necesitamos es ocultar nuestras debilidades. La vulnerabilidad no es debilidad, y negar esta realidad puede hacer que la persona se sienta rechazada.

En momentos de estrés o desesperación, hay frases que pueden parecer obvias, como "Estás en problemas" o "El tiempo lo cura todo". Estas expresiones no solo son innecesarias, sino que pueden sentirse como una falta de empatía. En lugar de encontrar consuelo en ellas, las personas pueden sentir que se les está ignorando o que sus emociones no son importantes.

Es fundamental ser conscientes de las palabras que usamos, incluso con las mejores intenciones. No se trata de eliminar la positividad, sino de aprender a acompañar a los demás de manera más genuina y realista. A veces, lo que más necesita alguien es simplemente un oído dispuesto a escuchar, no una solución rápida.

Al final del día, ser conscientes de cómo nuestras palabras afectan a los demás es una forma de construir relaciones más sinceras y empáticas. No todas las respuestas tienen que ser positivas; lo más importante es que sean auténticas y respetuosas.