La astronomía nos vuelve a sorprender con un hallazgo sin precedentes: dos exoplanetas que están literalmente desmoronándose en el espacio. Estos mundos extremos, que orbitan peligrosamente cerca de sus estrellas, están siendo devorados por el calor abrasador y las fuerzas gravitacionales, dejando tras de sí gigantescas colas de escombros similares a las de un cometa.
Pero, ¿qué hace a estos planetas tan especiales? Se trata de planetas de periodo ultra corto (USP), cuerpos celestes que completan su órbita en apenas horas y que han sido condenados a un destino inevitable .
Uno de estos planetas en agonía, llamado BD 548 688a, está perdiendo masa a una velocidad alarmante: 10 veces la masa de la Tierra por cada millón de años. Su órbita infernal lo lleva tan cerca de su estrella que en poco tiempo —a escala cósmica— quedará completamente reducido a polvo. De hecho, su cola de escombros se extiende 9 millones de kilómetros, envolviendo más de la mitad de su órbita.
Mientras tanto, otro mundo condenado, K2-22b, ha sido analizado con el poderoso telescopio James Webb, revelando que los materiales expulsados no provienen de un núcleo de hierro, sino de su manto compuesto por minerales de silicato de magnesio. Es decir, estos planetas están dejando al descubierto sus entrañas en pleno espacio.
El descubrimiento de estos planetas moribundos no solo es un espectáculo astronómico sin igual, sino que también abre una nueva ventana de estudio para entender la composición interna de los exoplanetas. Gracias al telescopio James Webb, los científicos ahora pueden analizar estos restos planetarios con un nivel de detalle jamás alcanzado.
Aunque el Webb no fue diseñado para este propósito, la ciencia nos sigue demostrando que el universo está lleno de sorpresas. Estamos presenciando el final de estos mundos en tiempo real, una oportunidad única para comprender el destino de los planetas en condiciones extremas.