A veces nos aferramos tanto a lo que nos duele, que olvidamos que soltar también es un acto de amor propio. Nos enseñaron que la vida es resistencia, que debemos aguantar, soportar y quedarnos donde ya no somos felices… pero ¿y si soltar fuera el verdadero acto de valentía?
La vida, con su inevitable imprevisibilidad, nos empuja a situaciones que jamás imaginamos .Nos rompe. Nos sacude. Nos deja en el suelo preguntándonos si alguna vez volveremos a ser los mismos. Y la verdad es que no. Pero ahí está el secreto: no estamos destinados a ser los mismos, estamos destinados a ser mejores.
Cada dolor nos enseña. Cada despedida nos libera. Cada caída nos muestra la fuerza que llevamos dentro. Lo que hoy parece el final de tu historia, tal vez solo sea la pausa que necesitas para respirar, para entender, para reconstruirte con más amor, con más consciencia y con más compasión hacia ti mismo.
No le temas a empezar de nuevo. A veces, cuando la vida nos rompe, es porque nos está preparando para una versión más fuerte, más sabia y más libre de nosotros mismos.