El concepto de conformismo social, también conocido como "ser un borrego", ha sido una de las ideas más debatidas en psicología. Pero, ¿es cierto que los humanos siempre seguimos a la mayoría sin cuestionarlo? En los años 50, el psicólogo Solomon Asch diseñó una serie de experimentos que hicieron que muchos se cuestionaran si, efectivamente, estamos programados para ceder ante la presión de los demás .
Imagina esto: un grupo de personas está en una sala mirando una serie de líneas. Uno de ellos es el "pringadillo", un sujeto que no sabe que los demás son cómplices del experimentador. Todos deben decir en voz alta cuál de las líneas es igual a una de las mostradas, pero los cómplices eligen deliberadamente la respuesta incorrecta. La pregunta es, ¿seguirá el pringadillo su propio juicio o se conformará con la mayoría?
Los resultados fueron impresionantes. Cuando no había presión de grupo, el error era muy raro, pero cuando los cómplices influían, un 37% de los pringadillos acababan eligiendo la respuesta incorrecta solo para ajustarse a la mayoría. Además, un 76% de ellos se dejó llevar por la opinión mayoritaria al menos una vez. ¿Eso significa que somos "borregos"? No tan rápido.
Si bien es cierto que la mayoría cedió en algún momento, los experimentos de Asch también revelaron algo muy importante: en la mayoría de las veces, las personas mantuvieron sus respuestas independientemente de la presión del grupo. Solo un pequeño porcentaje de los sujetos cedió a la presión en todas las ocasiones. Esto nos muestra que, aunque la conformidad es una tendencia humana, la independencia personal prevalece en muchas situaciones.
El fenómeno del "borreguismo" no es tan simple. La conformidad varía según el contexto social y cultural. En los años 50, por ejemplo, en plena época del macartismo en Estados Unidos, la presión social era muy fuerte, lo que podría haber influido en los resultados. Hoy en día, con la influencia de diferentes generaciones y culturas, los factores que determinan cómo nos ajustamos a la mayoría son aún más complejos.
Así que, ¿somos borregos? La respuesta no es tan clara. Los humanos somos increíblemente adaptables y, en muchas ocasiones, nuestra independencia se impone frente a las opiniones ajenas. Pero también estamos influenciados por el contexto, por la presión de un grupo y por las normas sociales que nos rodean.