Es un concepto erróneo que nos lleva a buscar la felicidad como si fuera un estado constante. La verdad es que las emociones dolorosas también juegan un papel vital en una vida feliz .
La antifragilidad, un término acuñado por Nassim Taleb, va más allá de la simple resiliencia. Mientras que la resiliencia es la capacidad de volver a la forma original después de un golpe, la antifragilidad se refiere a aquellos sistemas que, al ser puestos bajo presión, crecen y se hacen más fuertes. Un ejemplo perfecto de antifragilidad está en nuestro propio cuerpo. Cuando levantamos pesas, sometemos nuestros músculos a estrés, y como resultado, se fortalecen. Lo mismo ocurre a nivel psicológico: el crecimiento postraumático (PTG) es cuando, después de una experiencia dolorosa, no solo nos recuperamos, sino que nos volvemos más fuertes.
Sin embargo, aquí está el giro: si directamente buscamos la felicidad, podemos estar empeorando nuestras posibilidades de alcanzarla. La investigación demuestra que aquellas personas que persiguen la felicidad de forma directa, al enfocarse exclusivamente en ella, suelen sentirse menos felices e incluso más propensas a la depresión. ¿Por qué? La clave está en la búsqueda indirecta de la felicidad. Tal como mirar al sol puede ser dañino para nuestros ojos, tratar de encontrar la felicidad constantemente nos puede causar más frustración. Pero si desglosamos la felicidad en sus componentes esenciales, podemos disfrutar de sus beneficios de manera más eficaz.
Una forma de hacerlo es a través del modelo SPIRE, que aboga por cinco pilares fundamentales para el bienestar integral: Espiritual, Físico, Intelectual, Relacional y Emocional. Cada uno de estos aspectos contribuye a nuestra capacidad de ser antifrágiles, de crecer a través de las adversidades.