Posts
Usuarios
Etiquetas
Registrarse
Entrar
×
Entrar
Recordar mi perfil.
Que historia.
POR
Marianne
Hace
2 días
Tiempo de lectura aprox. :
13 min.
0
votos
copiado
Esa noche, cuando mi esposo llegó a casa, su mal humor llenó el ambiente como un veneno invisible. Había tenido un mal día en el trabajo, según él, y yo era el blanco perfecto para descargar su frustración.
—¿Qué es esto? —gruñó, levantando el plato de comida que había preparado con tanto cuidado.
—Es guiso de pollo —respondí en un hilo de voz, tratando de que no se notara mi nerviosismo.
—¡Esto es una porquería! ¿No sabes cocinar nada decente? —gritó, arrojando el plato al suelo .
Los pedazos de cerámica y comida se desparramaron por toda la cocina.
Me quedé paralizada, con las lágrimas atrapadas en la garganta. No era la primera vez, pero cada grito, cada insulto, era como una herida nueva. Me agaché para recoger los restos del plato mientras él seguía gritando cosas que ya ni escuchaba.
No podía dejar de pensar en el verdulero. En su sonrisa tranquila, en la forma en que sus ojos parecían ver más allá de las apariencias. Recordé cómo me había escuchado esa mañana, cómo me había dicho que merecía algo mejor.
Mientras limpiaba el desastre, me di cuenta de que no sentía miedo, al menos no en ese momento. Lo único que sentía era una profunda tristeza. No por los insultos de mi esposo, sino por mí misma, por haber llegado a ese punto, por haber olvidado lo que era sentirme valorada.
Esa noche, mientras él roncaba en el sofá, yo permanecí despierta, mirando el techo y pensando en el verdulero. Me pregunté qué estaría haciendo, si estaría descansando o si aún estaría trabajando. Me pregunté cómo alguien podía transmitir tanta paz con solo unas pocas palabras.
Por primera vez en mucho tiempo, sentí una pequeña chispa de esperanza. Y aunque era un pensamiento fugaz, algo dentro de mí me dijo que esa chispa era el inicio de algo que aún no podía entender.
"¡Eres una in-útil! ¿No sabes hacer nada bien?", me gritó mi esposo mientras tiraba el plato de sopa al suelo, haciendo que el caldo se esparciera por toda la cocina.
Me quedé allí, con la mirada baja, temblando. Mis manos no dejaban de sacudir el trapo con el que intentaba limpiar el desastre, aunque sabía que nada de lo que hiciera cambiaría su ira.
En ese momento, alguien tocó la puerta. Me levanté rápidamente, sin saber por qué. Quizás para escapar, aunque solo fuera por unos segundos. Al abrirla, encontré al verdulero, un hombre sencillo con una sonrisa amable.
—Buenas, señora. Le traigo los tomates y las zanahorias que pidió.
Era extraño cómo una simple interacción con él me hacía sentir algo de alivio. Su tono suave, su presencia tranquila. Todo lo que mi esposo no era.
—Gracias —le respondí con una voz apenas audible, evitando mirarlo directamente.
—¿Está todo bien? —preguntó, observando que algo no iba bien.
No pude evitar soltar una pequeña risa nerviosa. No estaba bien, pero ¿quién lo sabía?
—Sí, solo... solo un mal día —respondí, sin mucha convicción.
Él asintió, pero algo en sus ojos me decía que entendía más de lo que quería admitir. Cuando se fue, me quedé mirando la puerta, dándome cuenta de que tal vez, por primera vez en mucho tiempo, alguien había notado mi dolor.
Esa noche, mi esposo ni siquiera notó que la sopa no estaba en la mesa. Yo me retiré temprano, y sin saber cómo, mis pensamientos me llevaron nuevamente al verdulero. ¿Qué sería si alguien me tratara con un poco de amabilidad, incluso si solo era por un instante?
Al día siguiente, el patrón se repitió. Mi esposo se fue de la casa temprano, sin decir una sola palabra amable. Su mirada estaba cargada de desprecio, y aunque me dolía, ya no me afectaba como antes.
Decidí ir al mercado. No necesitaba nada realmente, pero mi corazón ansiaba volver a verlo. Caminé hasta el puesto de verduras y, como si el destino estuviera de mi lado, allí estaba él, acomodando cajas de naranjas.
—Buenos días —dijo en cuanto me vio, su sonrisa sincera iluminando el día nublado.
—Buenos días —respondí, sintiéndome nerviosa pero al mismo tiempo extrañamente tranquila.
—Hoy se ve diferente —comentó, dejando a un lado su trabajo.
Lo miré, confundida.
—¿Diferente?
—Sí. Más… ¿cómo decirlo? Como si algo hubiera cambiado.
No supe qué responder. Tal vez tenía razón, aunque yo no lo había notado. Había algo en su presencia que hacía que mis hombros se relajaran, que mi pecho se sintiera menos apretado.
Pasé más tiempo del necesario en su puesto, hablando de cosas simples: el clima, las verduras de temporada, incluso de un gato callejero que siempre rondaba por el mercado. Por un momento, olvidé todo. Olvidé los gritos, los insultos, el miedo constante.
Cuando me despedí, sus palabras me acompañaron todo el camino de regreso.
—Recuerde que siempre hay un camino diferente.
Esa frase resonó en mi mente mientras volvía a casa. ¿Podía haber un camino diferente para mí? ¿Podía escapar de esta vida que me consumía poco a poco?
Esa noche, mi esposo volvió más agresivo que nunca. Sus gritos eran más fuertes, sus insultos más crueles. Me llamó cosas que jamás repetiría, me hizo sentir como si no valiera nada. Pero esta vez, algo dentro de mí era diferente.
Mientras él vociferaba, yo no pensaba en sus palabras. Mi mente estaba en otro lugar, en otra persona. En el verdulero y su sonrisa. En la paz que me transmitía con tan solo unas pocas palabras.
Por primera vez en años, me di cuenta de que había un destello de fuerza en mí. Y aunque era pequeño, sabía que con el tiempo podría crecer. Y ese pensamiento me dio algo que no había sentido en mucho tiempo: esperanza.
Final--->
Los días siguientes fueron una constante repetición de su desprecio y mis silencios. Pero algo había cambiado. Cada vez que él me gritaba, cada vez que me insultaba, ya no sentía esa carga insoportable en el pecho. Pensaba en el verdulero, en sus palabras, en la posibilidad de un camino diferente.
Una tarde, mientras limpiaba la casa, mi esposo entró de golpe, furioso como siempre.
—¡Mira esto! —gritó, tirando su chaqueta al suelo—. Ni siquiera puedes mantener esta pocilga en orden. ¡Eres inútil!
Lo miré fijamente, por primera vez sin miedo. Algo en mi interior, esa chispa que había crecido en los últimos días, me impulsó a hablar.
—Basta.
Él se quedó inmóvil, sorprendido por mi respuesta.
—¿Qué dijiste? —espetó, acercándose como si quisiera intimidarme.
—Que basta. No voy a soportar esto ni un día más.
No reconocí mi propia voz. Era firme, decidida. Mi corazón latía con fuerza, pero no retrocedí. Él me miró con desprecio, soltó una carcajada amarga y salió dando un portazo.
Cuando la puerta se cerró, supe que no iba a volver. Y si lo hacía, yo ya no estaría ahí.
Esa noche, empaqué lo poco que tenía: unas pocas prendas, mis papeles, y el poco dinero que había logrado ahorrar. Cuando amaneció, dejé las llaves sobre la mesa y cerré la puerta de mi casa por última vez.
Mis pasos me llevaron al mercado. El sol aún no salía del todo, y el lugar estaba tranquilo, apenas comenzando a despertar. Allí estaba él, acomodando sus cajas como siempre, con esa calma que parecía envolverlo.
Cuando me vio, dejó lo que hacía y se acercó.
—¿Todo bien? —preguntó con su voz suave.
—Ahora sí —respondí, sintiendo un peso enorme desaparecer de mis hombros.
Él no dijo nada más, pero en su mirada había algo que entendí perfectamente: estaba a salvo.
Esa fue la primera vez que me permití sonreír, una sonrisa sincera, cargada de libertad. Dejé atrás todo lo que me ataba a una vida de dolor, y aunque el futuro era incierto, sabía que había dado el primer paso hacia algo mejor.
#historia
180
visitas
Valora la calidad de esta publicación
1 votos
Comentarios
Por favor,
entra
o
regístrate
para responder a esta publicación.
Sin publicaciones relacionadas
Todas las categorías
Amor y sexualidad
(1,885)
Animales y especies
(212)
Arte y fotografía
(152)
Deportes y eventos
(178)
Gente y celebridades
(496)
Historias y relatos
(1,546)
Humor y entretenimiento
(250)
Juegos y PC
(146)
Lifestyle y negocios
(995)
Moda y complementos
(268)
Motor y competiciones
(18)
Música y artistas
(328)
Noticias y actualidad
(1,785)
Política y religión
(313)
Programas y películas
(847)
Reflexiones y pensamientos
(4,761)
Salud y alimentación
(998)
Tecnología y comunicaciones
(543)
Viajes y culturas
(445)
Otros
(961)
Etiquetas más populares
#pensamientos
#reflexión
#noticias
#vida
#dolor
#reflexiones
#notícias
#personas
#historias
#noticiasyactualidad
#amor
#relatos
#opinión
#notícia
#franlaviadaautor
#desamor
#tecnología
#salud
↑
Adimvi es mejor en su app para
Android
e
IOS
.