En un día caluroso, bajo la sombra de una palmera, el rey Chango descubrió algo que cambiaría su forma de liderar y entender el mundo. Todo comenzó con un simple deseo: obtener el agua dulce de un coco en lo alto de la palmera .
Primero fue el rinoceronte. Fiel y dispuesto, trató de trepar la palmera, pero su fuerza no estaba hecha para eso. Después, el cazador lo intentó con su agilidad, pero también fracasó. Todos se sentaron, desanimados, pensando que el dulce coco sería inalcanzable.
Entonces apareció la reina Changa, sabia y observadora. Al escuchar el problema, hizo algo simple pero esencial: evaluó las fortalezas de cada uno. Con una orden distinta, cada súbdito encontró su forma única de contribuir.
En menos tiempo del esperado, el rey tenía frente a él el preciado coco, pero más importante aún, una valiosa lección sobre liderazgo y diversidad.
En su diario de meditaciones, el rey escribió:"No hay una sola forma de bajar cocos ni de obtener lo que quieres en la vida. Cada quien tiene habilidades distintas: trepar, embestir, lanzar. Los más exitosos son aquellos que se conocen a sí mismos y hacen las cosas a su manera. Y si eres jefe, recuerda: el arte de delegar es el arte de pedir cocos dejando que cada quien los baje a su manera."
Esta fábula nos recuerda que no existe un único camino hacia el éxito. Cada persona tiene talentos únicos, y reconocerlos —en ti mismo y en los demás— es clave para alcanzar cualquier objetivo.
A veces, nos frustramos al intentar encajar en moldes que no son para nosotros. Pero como en esta historia, el verdadero éxito está en trabajar según nuestras propias capacidades.