Imagina que tu cuerpo no te pertenece. Así como lo escuchas: lo que consideras "tú" no es realmente un individuo independiente, sino un complejo organismo habitado por millones de pequeños seres, cuya presencia es vital para tu existencia .
Desde hace 2000 millones de años, una bacteria revolucionó la historia de la vida en la Tierra. Esta bacteria, al integrarse en las células de nuestros ancestros unicelulares, no solo sobrevivió, sino que prosperó y ayudó a desarrollar las bases de lo que somos hoy. Pero lo más impresionante es que, a pesar de su tamaño microscópico, estas mitocondrias no solo producen la energía que necesitamos para vivir. Son verdaderas jefas, que influyen directamente en todo lo que pasa en tu cuerpo: desde el estado de ánimo hasta la evolución misma de nuestra especie.
Tu ADN, el que contiene toda la información sobre ti, está íntimamente relacionado con ellas. De hecho, las mitocondrias poseen su propio ADN, el cual no se mezcla con el de tu padre, sino que se transmite exclusivamente por la madre. Esto ha permitido rastrear la historia humana, revelando que todos descendemos de una mujer que vivió en África hace 200,000 años, conocida como "Eva mitocondrial".
Pero esto no es todo. Las mitocondrias son tan poderosas que tienen "permiso de administrador" para modificar tu ADN y alterar la forma en que funcionan tus células. Pueden activar o desactivar genes, influir en tu salud y hasta decidir qué pasa con las células que no cumplen con su misión. Al final, tu cuerpo es solo un vehículo diseñado para mantenerlas felices.
Si quieres vivir bien, cuidarlas es esencial. Las mitocondrias son sensibles a la nutrición, el ejercicio y la exposición al sol. Si las tratas bien, ellas se encargarán de mantener tu cuerpo funcionando a su máxima capacidad. La próxima vez que pienses que eres "tú", recuerda que tu cuerpo es más que eso: eres una colonia de microorganismos trabajando en perfecta sincronía.
