La mujer que cambió la ciencia
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Imagina un mundo donde el conocimiento científico, vital para el progreso humano, está encerrado tras muros de pago inalcanzables. En este escenario, surge una figura que decidió que las barreras económicas no deberían limitar el acceso a la ciencia .

Esta es la historia de Alexandra Elbakyan, una joven hacker de Kazajistán que, con valentía y determinación, declaró la guerra a las grandes editoriales científicas y revolucionó el acceso al conocimiento global.

Nacida en Almaty, Kazajistán, en un contexto marcado por la reciente disolución de la Unión Soviética, Alexandra creció en un entorno donde la tecnología era un lujo reservado para pocos. Sin embargo, su curiosidad y deseo insaciable de aprender la impulsaron a convertirse en autodidacta. A los 12 años, fascinada por su vieja computadora, comenzó a explorar el mundo de la programación. Su talento y determinación la llevaron a realizar su primer hackeo a los 14 años, no con intenciones maliciosas, sino como un acto de desafío personal para demostrar sus habilidades.

Años más tarde, ya como estudiante de neurociencia, Alexandra se enfrentó a un obstáculo frustrante: los altos costos de los artículos científicos necesarios para su investigación. Cada publicación costaba entre 30 y 50 dólares, una cifra exorbitante para alguien en su situación económica. Este modelo cerrado del conocimiento científico, donde solo aquellos con recursos podían acceder, le parecía profundamente injusto. Fue entonces cuando nació una idea que cambiaría el panorama científico global.

En 2011, desde su pequeño apartamento, Alexandra creó Sci-Hub, una plataforma que eliminaba las barreras económicas al conocimiento científico al permitir el acceso gratuito a millones de artículos académicos. Este acto de rebeldía la convirtió en una heroína para muchos, especialmente para estudiantes e investigadores de países en desarrollo que no podían pagar los altos costos de las suscripciones académicas.

Pero su cruzada no estuvo exenta de consecuencias. Las grandes editoriales, como Elsevier, vieron en Sci-Hub una amenaza directa a sus multimillonarios ingresos. En 2015, Alexandra enfrentó su primera demanda en Estados Unidos, acusada de piratería y violación de derechos de autor. Aunque perdió el juicio y fue condenada a pagar indemnizaciones multimillonarias, Alexandra no se rindió. Cambiando servidores y adaptándose a los bloqueos, mantuvo la plataforma activa, desafiando a las autoridades y a un sistema que, para ella, priorizaba el lucro sobre el progreso humano.

La vida de Alexandra dio un giro radical. Convertida en fugitiva, vive en la clandestinidad, bajo el constante acecho de agencias gubernamentales como el FBI. Sin embargo, su misión no ha cambiado. Desde Rusia, continúa operando Sci-Hub y defendiendo su visión de un mundo donde el conocimiento sea un bien común, accesible para todos, sin importar su posición económica o geográfica.

Su impacto ha trascendido las fronteras del ámbito científico, inspirando movimientos como el acceso abierto, que abogan por una ciencia sin barreras. Mientras tanto, la figura de Alexandra se ha consolidado como un símbolo de resistencia y lucha por la democratización del conocimiento, enfrentando poderosos intereses económicos y legales.

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