Cuando pensamos en un circo, nos vienen a la mente risas, colores vibrantes y momentos de alegría. Pero, ¿qué sucede cuando este lugar de entretenimiento se transforma en un escenario de pesadillas? En este post, te sumergirás en dos relatos escalofriantes que giran en torno al lado más oscuro de los circos .
La primera historia nos lleva a un pequeño circo itinerante. Allí trabajaba un hombre conocido como "Saúl, el fenómeno". Con su pequeña estatura y sus piernas dobladas, Saúl causaba asombro y miedo en el escenario, pero fuera de él era una persona cálida y amable. Tristemente, su corazón no resistió, y un día falleció, dejando un vacío enorme entre sus compañeros.
Pero la tranquilidad no duró mucho. Semanas después de su muerte, el circo llegó a un pueblo de Guanajuato. Fue entonces cuando comenzaron las apariciones. Su compañero de camper fue el primero en ver su silueta en la ventana, tocando con un dedo y desapareciendo al abrir la puerta. No solo eso, una noche, el espíritu de Saúl cruzó el límite entre lo irreal y lo tangible al tocar con su mano helada el pie de su antiguo amigo.
Lo más aterrador sucedió en el propio centro del circo, a oscuras y en silencio. La figura de Saúl, caminando con su estilo único y grotesco, avanzaba lentamente hacia uno de los trabajadores, emitiendo aquella risa aterradora que hacía cuando estaba vivo. Las últimas noches en ese pueblo fueron un verdadero tormento para todos, marcados por las apariciones de su antiguo compañero, que parecía haber quedado atrapado entre este mundo y el siguiente.
El segundo relato nos transporta a Jicotepec, un pueblo donde el circo, lejos de ser una novedad feliz, se convirtió en el preludio de una pesadilla colectiva. Todo comenzó con la desaparición de niños, cada tercer día, sin dejar rastro alguno. El miedo y la desesperación invadieron a los habitantes, quienes culparon al circo. La tensión creció tanto que un payaso fue linchado por la multitud, pero las desapariciones no cesaron.
El clímax de la historia llegó cuando un hombre que patrullaba el pueblo vio a un payaso vestido de rojo llevando a un niño hacia una barranca. Lo más espeluznante no fue solo su presencia, sino que este ser no caminaba: flotaba. Cuando el hombre trató de enfrentarlo, el payaso desapareció como si nunca hubiera estado ahí.
Lo que parecía ser una figura humana reveló su verdadera naturaleza una noche, cuando dos amigos lo vieron salir de una barranca. La descripción que dieron fue aterradora: un ser flotante, con un traje rojo manchado de grasa y un olor nauseabundo. Al intentar seguirlo, sintieron cómo el tiempo se alteraba, regresando a casa horas después, aunque apenas habían pasado minutos. Ambos enfermaron gravemente tras este encuentro, sumidos en sueños aterradores donde el payaso los devoraba.
Hasta el día de hoy, los ancianos del pueblo cuentan que ese payaso no era humano, sino un demonio disfrazado, que atraía a los niños para llevárselos al monte o las barrancas, desapareciendo sin dejar rastro. Aunque el circo se fue, el miedo quedó impregnado en la memoria colectiva.